CARLOS MANZANO fotografías |
Venecia Off
Resulta imposible ofrecer una imagen unívoca de Venecia, un solo punto de vista desde el que admirar cada uno de los vértices y diagonales que enmarcan esta indefinible ciudad mediterránea. Venecia, lejos de esas otras ciudades monumentales que sin embargo corren el riesgo de quedar reducidas a sus enclaves más emblemáticos, reclama con toda justicia el derecho a ser contemplada en su inaprensible totalidad con la admiración de los recién conversos. Venecia se resiste a aceptar la mirada gastada de otros; exige ser descubierta con la inocencia de los que se abren al mundo por primera vez. No es fácil, pues, elegir unas pocas imágenes que expresen lo que las mil y una venecias significan para cada cual. Más allá de la grandiosidad de la Plaza de San Marco o la exuberancia del Palazzo del Dux, Venecia serpentea ante los ojos de los mortales ofreciendo en cada recoveco, en cada giro inesperado, en cada rincón aún no descubierto, la belleza y la intensidad de una silueta desnuda, la voluptuosidad de un guiño furtivo, la sensualidad de unos labios entreabiertos. ¿Cómo capturar todo cuanto Venecia ha significado y significará en la vida de cada uno de los que hasta aquí han llegado sin olvidar ninguno de sus otros múltiples sentidos? ¿Con qué quedarse de toda esa maraña de sensaciones, de momentos únicos, de luces inaprensible que se suceden ante nuestra vista sin concedernos tiempo para asimilarlos en su justa medida? ¿Cómo reducir Venecia a algo aprensible, objetivable, mensurable, definible o indudable sin traicionar su yo más profundo y veraz?
Estas son algunas de las imágenes que conseguí llevarme de Venecia; no es fácil reducir a un plano de dos dimensiones carente de aroma, de aire, de tacto incluso, ajeno a sueños y esperanzas, vacío de deseo, de voluntad y de arrojo, el maremagno de sensaciones que el rincón más oscuro de la más recóndita de sus calles provoca. La pregunta, entonces, surge casi sin querer: ¿qué es lo más representativo de Venecia? De entre las millones de respuestas posibles, podría elegir estas: su atmósfera, su calma, su paz, su generosidad, su aversión a los tópicos. Pero por si alguien no me hubiera entendido todavía, y parafraseando a San Agustín, diré que en efecto hay muchas Venecias, y que yo estoy en cada una de ellas por completo.