CARLOS  MANZANO

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LA CALLE DEL DESEO

 

Las calles sin escaparates son espacios vacíos, fríos, inmensos campos de cemento de vez en cuando surcados por frágiles figuras que van y vienen siempre en alguna dirección. Las calles sin escaparates son avenidas estáticas y leves; se está dentro, se pisa su asfalto, pero no se vive de ellas.

Por el contrario, las calles con escaparates son una constante invitación a la desmesura y al estímulo. Muestran lo que no somos, todo aquello que anhelamos o soñamos, y también lo que otros esperan que soñemos. Son unidades vivas y poseen su propio lenguaje de signos. Las calles con escaparates invitan a ser recorridas sin un fin concreto, por el solo placer de estar allí; representan la frivolidad y lo insustancial, y poseen el atractivo de lo efímero, de lo meramente sensual.

Por eso, de entre todas ellas, las que prefiero son las calles del deseo, largas avenidas surcadas por decenas de escaparates en las que los maniquíes -sus miradas subyugadoras, sus gestos sicalípticos y sus poses exhibicionistas- dominan con autoridad; calles de apariencia y suntuosidad, de ostentación y belleza, donde reina lo sutil y lo liviano.

Las calles del deseo son perfectas e imposibles: lo contrario que cada uno de nosotros.