CAMBIO CLIMÁTICO Y MODELO SOCIOECONÓMICO

Rafael León Rodríguez

En ámbitos científicos y gubernamentales hay cada vez menos dudas y un mayor consenso en afirmar que en la actualidad estamos asistiendo a un cambio de las condiciones climáticas en el ámbito planetario como consecuencia de los modos insostenibles de producción y de vida del mundo desarrollado, basados en un, cada vez, mayor consumo de energías fósiles y otras materias primas, así como en la emisión sin freno de residuos contaminantes a atmósfera, aguas y suelo.

El actual modelo socioeconómico es impensable sin el incremento continuado de producción, consumo y emisión de residuos, a pesar de reiterativos "cantos de sirena" al desarrollo sostenible y a la "ecologización" del sistema. Así, en la actualidad asistimos, si exceptuamos los primeros momentos de la formación de nuestro planeta, a una emisión creciente y sin precedentes de gases con "efecto invernadero" a la atmósfera como, entre otros, el dióxido de carbono, el metano, los óxidos nitrosos y los gases halogenados.

Estos gases permiten el paso a través de la atmósfera de las radiaciones ultravioletas y radiaciones visibles (onda larga) que, reflejadas en la superficie terrestre, se transforman en radiaciones de onda corta (infrarroja), las cuales son detenidas y reflejadas de nuevo hacia la tierra por estos gases dando lugar a un incremento de la temperatura global.

Pero, además, cabe preguntarse si este fenómeno pudiera estar viéndose incrementado por la destrucción de la capa de ozono al posibilitar ésta una mayor incidencia de las radiaciones ultravioletas sobre la superficie terrestre.

Los graves impactos negativos, algunos de los cuales ya comienzan a constatarse, de esta elevación de la temperatura global son de diversa índole, pudiendo destacarse los siguientes:

1. Aumento del nivel del mar como consecuencia de la fusión de los hielos polares. De continuar el calentamiento global pueden terminar anegadas muchas zonas costeras que en la actualidad son las que acumulan el mayor porcentaje de la población mundial y de las actividades productivas, obligando a un "éxodo" mundial sin precedentes, provocando hambrunas de una magnitud desconocida hasta el momento y graves conflictos geopolíticos. Pueden acabar anegadas grandes zonas de cultivo (arrozales, que son la base de la alimentación de miles de millones de personas en China y la India, cultivos tropicales, etc.), áreas industriales y turísticas, islas enteras.

2. Extensión de enfermedades denominadas tropicales, como la malaria, el paludismo o el dengue a países de clima templado. El incremento de las temperaturas en estas áreas creará las condiciones adecuadas para los vectores transmisores de estas enfermedades, que en la actualidad no llegan a las zonas templadas al no encontrar en las mismas un hábitat adecuado. Además, estas enfermedades aumentarán su incidencia en sus actuales áreas de distribución. Como consecuencia del incremento de las temperaturas crecerá también el número de afectados por enfermedades cardiorespiratorias.

3. Desaparición de especies de flora y fauna y de grandes formaciones vegetales. El rápido incremento de las temperaturas no permitirá la adaptación de estas especies ni su "migración" hacia áreas en las que las condiciones les sean más favorables.

4. Cambio en los regímenes climáticos en el ámbito global. Contrariamente a la creencia general, este cambio no dará lugar a la reducción global de las precipitaciones, sino que las incrementará de manera más o menos notable debido a que la mayor temperatura dará lugar a una mayor evaporación y, por tanto, al aumento del vapor de agua circulante en la atmósfera, con la consiguiente aceleración del ciclo hidrológico.

No obstante, esta elevación de las temperaturas dará lugar a una transformación profunda en el esquema climático global, modificando el régimen de precipitaciones de muchas y extensas áreas. En unas, entre las que se encontraría la región Mediterránea y la península Ibérica, disminuirán las precipitaciones dando lugar a situaciones de sequía extrema y al avance del desierto, en tanto que en otras se incrementarán las lluvias dando lugar a grandes riadas e inundaciones.

En España es más que probable que asistamos a una mayor estacionalidad de las precipitaciones, concentrándose éstas en menos días del año, es decir, prolongándose los períodos secos y, por tanto, la aridez. Por otra parte, esta mayor concentración de las precipitaciones en un menor número de días puede incrementar la virulencia de fenómenos como "gotas frías" que cíclicamente asolan el levante español potenciando el poder destructor de las inundaciones que provoca.

Surge, además, el interrogante de si este mayor nivel de vapor de agua en la atmósfera pudiese, además, actuar a modo de catalizador en el incremento de las temperaturas, al ser el vapor de agua también un gas con efecto invernadero. Por otra parte, el aumento de la temperatura en zonas de tundra podría liberar a la atmósfera el dióxido de carbono retenido en sus suelos permanentemente helados, reforzando aún más el papel de este gas en el cambio climático.

5. Por último, y por citar sólo los más importantes impactos del cambio climático, progresivamente se irá produciendo la modificación sustancial de la circulación de las aguas marinas (íntimamente relacionada con la circulación atmosférica). Variaciones significativas en el itinerario de las corrientes oceánicas incrementarán los efectos del cambio climático en determinadas regiones y afectarán muy negativamente a la productividad de caladeros y pesquerías clásicas.

Como ya se ha puesto de manifiesto, hace ya tiempo que científicos y gobiernos tienen pruebas evidentes y son conscientes del calentamiento global que se está produciendo por la emisión incontrolada de gases con "efecto invernadero", así como de los efectos catastróficos que ya comienzan a percibirse a causa de este aumento de las temperaturas.

El IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), grupo de científicos que desde hace más de una década asesora a la ONU en materia de cambio climático, admite que, según la mayor parte de los estudios, el planeta se podría estar calentando a razón de 0'3 grados centígrados por decenio y que hay pruebas a escala planetaria de manifestaciones de cambios en el clima.

La virulencia de "El Niño" (fenómeno antiguo, pero muy radicalizado en sus últimas manifestaciones), el huracán Mitch, las inundaciones en diversas partes del planeta, el adelgazamiento de los hielos polares experimentado en las últimas décadas, los incendios en Australia e Indonesia durante 1997 como consecuencia, entre otros factores, de la prolongada sequía, pueden estar constituyendo las señales de alarma. Bueno sería prestarles la atención que merecen.

No obstante, cuando determinados partidos políticos o grupos ecologistas denuncian esta situación, inmediatamente se les acusa de falta de rigor, de provocar la alarma, de ser catastrofistas y de magnificar un problema que no tiene tanta importancia, que puede ser meramente estacional y que es perfectamente controlable. Y no sólo eso, sino que se oculta información esencial al respecto.

Así, hace unos meses, tuvieron que ser dos "turistas" por el Ártico, McCarthy y McKenna, los que denunciaron en los medios de comunicación la descongelación de un área de hielos perpetuos en pleno Polo Norte, que llevaba en torno a 50 millones de años congelada. Afortunadamente estos "turistas" eran, además, científicos; verdaderos científicos, no de los que callan o incluso mienten y se pliegan continuamente a las exigencias del sistema contribuyendo a la desinformación y confusión ciudadana.

¡Que sorpresa causó el "lago" del Polo Norte en círculos científicos y políticos! ¡Este hecho puede ser prueba de que el cambio climático es una realidad mucho más evidente y grave de lo que hasta ahora se ha difundido! Pero el origen de la sorpresa no estuvo en enterarse de algo desconocido, sino en que alguien destapase el "pastel" que pretendían mantener oculto el mayor tiempo posible.

Es, a poco que se medite, impensable que, con los actuales medios técnicos con que cuentan los gobiernos de los países más poderosos del mundo y los organismos científicos oficiales, hayan sido dos "turistas" los primeros en descubrir la existencia de este nuevo lago polar. ¿Es que los cientos de satélites que continuamente rastrean el planeta, y que son capaces casi de detectar hasta los detalles más íntimos de la vida de "individuos peligrosos" en Libia o Iraq (o eso al menos nos quieren hacer creer desde Hollywood), no habían sido capaces de constatar el fenómeno?

Lo cierto es que ninguno de los diferentes fenómenos relacionados con el cambio climático es desconocido por los gobiernos de los pocos países que realmente cuentan en las tomas de decisiones en el ámbito internacional. Lo cierto es que conocen la magnitud del problema y la gravedad de los efectos derivados ya en la actualidad y su acentuación en las próximas décadas. Pero eso no cuenta con tal de seguir manteniendo el actual sistema insostenible durante el mayor tiempo que sea posible. Eso no cuenta en tanto se puedan seguir manteniendo los privilegios de unos pocos al costo que sea. Todo se deja en manos de la economía, del "mercado", el actual Dios que favorece a una reducida y "selecta casta", en tanto que se muestra cruel y aterrador para el resto de los mortales. La planificación y la sociedad han muerto (asesinadas), ¡viva el mercado!, ¡vivan los triunfadores!

Es en la imperfección y vicios del actual modelo socioeconómico, del actual sistema, donde hay que buscar el origen último del cambio climático, el mayor problema al que se enfrenta la Humanidad en la actualidad. Una imperfección y vicios que a la vez son los instrumentos sobre los que se apoya este sistema para mantenerse. Por lo tanto será muy difícil frenar el cambio climático mediante actuaciones reformistas dentro del mismo sistema. Una verdadera solución sólo podrá venir la mano de una profunda revolución que ponga en valor el medio ambiente y lo social frente al mercado y a lo individual, generando un sistema alternativo totalmente nuevo.

La puesta en marcha de soluciones tiene que pasar por reducir un crecimiento económico cada vez mayor, un crecimiento económico que siempre supone incrementar las diferencias entre ricos y pobres, un crecimiento económico que ya ha dejado de serlo al ser superados sus beneficios, siempre privados, por los costos ambientales y sociales que está generando. Pero los beneficiados por el sistema no están dispuestos a perder sus privilegios, por lo que ante la creciente concienciación social en torno a la crisis ecológica global plantean actuaciones que más que a darle solución se dirigen meramente a tranquilizar a la opinión pública y evitar su movilización.

Cumbres como la de Río en 1992 y la de Kioto en 1997 se utilizan como argumento de que los gobiernos de los países poderosos empiezan a tomar conciencia del problema. No obstante son argumentos cargados de hipocresía ya que, a pesar de que se extiende la sensación de que en ámbitos políticos se empiezan a escuchar las múltiples señales de alarma que se disparan por todas partes, en realidad no se les presta la suficiente atención y pocos gobiernos, por no decir ninguno, se muestran, en su condición de rehenes de los grandes intereses económicos, dispuestos a poner las medidas necesarias para frenar el cambio climático. El mismo Protocolo de Kioto (cuyos objetivos se han pasado la mayoría de los países firmantes por el "arco del triunfo") contemplaba una serie de mecanismos, llamados de flexibilidad, que en realidad tienen como verdadera finalidad favorecer a los países más desarrollados y con mayor volumen de emisiones y dejan una enorme puerta abierta al incumplimiento de sus compromisos, tal y como está ocurriendo.

A pesar de las declaraciones de intenciones de los diferentes encuentros internacionales habidos sobre el cambio climático, de forma permanente se sigue planteando la necesidad de nuevas cumbres al demostrarse insuficientes los acuerdos anteriores y al no ponerse en práctica o retrasarse indefinidamente los acuerdos alcanzados. Así, tras la Cumbre de Río, Berlín en 1995, Ginebra en 1996 y, tras Kioto, en 1998 el Plan de Acción de Buenos Aires, al año siguiente la Cumbre del Clima de Bonn y en este momento asistimos en la Haya a la tercera Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático. ¿Cuántas serán necesarias después? ¿Se llegará algún día a algún compromiso serio y efectivo?

En cualquier caso la solución esta ahí: la reducción drástica de gases con efecto invernadero, lo cual lleva al origen del problema que no es otro que un modelo económico donde las prioridades básicas son el incremento continuo del consumo, la falta de previsión y planificación y el predominio de los intereses particulares sobre los sociales. Para reducir la emisión de estos gases es, por tanto, necesario un giro de 180 grados en el actual modelo económico, para posibilitar entre otros aspectos:

1. La reducción del consumo energético global mediante, por ejemplo, medidas de racionalización y eficiencia energética o de reducción de las perdidas en el transporte de energía o en los procesos productivos. No obstante, el mundo "desarrollado" camina en dirección contraria y las grandes compañías eléctricas (uno de los mayores grupos de presión económica) van hacia un incremento sin precedentes de la oferta a fin de vender cada vez más energía y, de este modo, incrementar sus ya desorbitados beneficios económicos. En España en la actualidad proliferan los proyectos de plantas de generación energética térmica, sobre todo basándose en el gas natural argelino. Lo grave es que muchas veces se presenta esta última como una energía renovable y alternativa cuando no es ni una cosa ni la otra y, además, es un factor más de emisión de CO2 a la atmósfera.

2. La sustitución de las energías fósiles por fuentes energéticas renovables y limpias. Sin embargo, el nivel actual de desarrollo de estas energías alternativas es tan bajo que no vienen a sustituir a las fósiles sino a sumarse a ellas. Son prácticamente mera campaña de imagen. Por otra parte es inadmisible que, tal y como es intención del "lobby" nuclear, se pretenda situar la energía nuclear como una alternativa al cambio climático, ya que grandes los riesgos de ésta energía le impiden ser alternativa viable y sostenible a nada.

3. La reducción de las necesidades de transporte. Para ello es fundamental la planificación económica partiendo de estrategias de ordenación territorial y de planeamiento urbanístico que eviten la excesiva especialización de las diferentes áreas del territorio y de la ciudad, ya que esta especialización excesiva es un factor clave en el incremento de las necesidades de transporte.
La realidad es bien distinta y la "globalización" cada vez impulsa un mundo con zonas cada vez más especializadas y, paradójicamente, a la par, homogéneas.

4. Cambio radical en la orientación del actual sistema de transportes que prima los modos de transporte individuales frente a los colectivos, así como los modos de transporte con mayor eficiencia energética y social. Es necesario recuperar el papel del ferrocarril y de los modos de transporte autónomos: bicicleta y a pié. El actual sistema potencia todo lo contrario: la carretera sobre el ferrocarril, los medios de transporte individuales frente a los colectivos y la dependencia "patológica" del coche para los actos más cotidianos.

5. Medidas para reducir el consumo energético doméstico (implantación de patrones bioclimáticos en la construcción de edificios, uso de electrodomésticos más eficientes, etc.) y para que éste se nutra de fuentes energéticas alternativas y autoabastecidas (paneles solares). En este sentido lo poco que se hace no va más allá de un carácter testimonial y propagandístico.

6. Incremento de los espacios forestales que actúan como sumideros de dióxido de carbono, mediante políticas de reforestación y para evitar que continúe la destrucción de más espacios forestales en el Tercer Mundo. Pero este incremento de espacios forestales como sumideros de carbono ha sido mal planteado en Kioto, al entenderse meramente como un mecanismo de flexibilidad encaminado a posibilitar una mayor emisión de gases con efecto invernadero.

En definitiva, los mecanismos y actuaciones a poner en práctica frente al cambio climático están muy claros, pero encuentran un obstáculo insalvable en un modelo socioeconómico con el que son incompatibles. El IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), en su ultima valoración sobre la realidad del cambio climático, no sólo ha ratificado sus ya aterradoras conclusiones anteriores, sino que ha dibujado un "paisaje" futuro aún mucho más sombrío, casi apocalíptico, que puede llevar incluso a cuestionar la posibilidad de la pervivencia de la especie humana en unas pocas décadas.

No obstante, en los EE.UU., el mayor emisor mundial de gases con efecto invernadero y donde en este momento lo único que importa (como si importara algo) es quién va a ser el futuro emperador, todas estas teorías científicas se cuestionan y no se termina de asumir la necesidad del cumplimiento de los acuerdos de Kioto e incluso de radicalizar estos compromisos.

En Europa, con el objetivo de abaratar los precios de los carburantes, se reclama una mayor producción de petróleo, cuya combustión es uno de los principales factores que inciden en el cambio climático.

En España, en lugar de asumir la nueva cultura del agua (control de la demanda, eliminación de vertidos contaminantes a ríos y acuíferos, reutilización, eficiencia, etc.) se plantea, para beneficio de eléctricas y grandes compañías constructoras, la necesidad de unos embalses y trasvases que, de cumplirse las previsiones más optimistas respecto al cambio climático, no tendrán utilidad alguna en pocas décadas.

Y todo ello se hace en aras del mercado, de los grupos de poder económico, sin tener en cuenta las verdaderas necesidades sociales.

Todas estas hipocresías, falacias y contradicciones son sintomáticas de que en las últimas décadas ha ido creciendo (me resisto a decir "hemos creado" pues no me siento copartícipe) un monstruo socio-económico-político que ya está fuera de control, que ya ha alcanzado unos niveles de demencia que superan al que sufren las pobres "vacas locas" y cuya única solución es su eliminación antes de que acabe por contagiarnos a todos.

Para frenar el cambio climático y para atajar otros de los muchos problemas terminales planteados actualmente en el ámbito global, solo cabe sacrificar a la "vaca" enferma. Sin este sacrificio y la sustitución del modelo mórbido por un nuevo modelo alternativo, el cambio climático, la amenaza nuclear, la destrucción de la capa de ozono o cualquier otro problema global, o todos juntos acabarán en poco tiempo con toda o gran parte de la Humanidad.

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