CARLOS MANZANO

 

Reseñas – TODAS LAS MENTIRAS

   

 

RECENSIONES

Miércoles, 24 de mayo de 2023


Empezamos a mentir desde muy pequeños. Lo hacemos para evitar un castigo, para obtener algún beneficio o para convencer a los demás. Sabemos que mentir es inmoral, pero todos acabamos siendo embusteros más o menos convincentes. Mentimos a los extraños, también a nuestros mejores amigos. Le mentimos a nuestra pareja, a nuestra propia madre. Pero de todas las mentiras la peor es la que sirve para engañarnos a nosotros mismos. Porque sí, también a nosotros nos mentimos.

Nos engañamos como forma de consuelo, para no responsabilizarnos de nuestros actos ni de nuestras emociones, para encajar un fracaso, como la zorra de la fábula: Si no consigo algo es porque… No están maduras. Siempre es más fácil cargar a otros con responsabilidades que solo son nuestras, asumir el papel de víctima o proteger a nuestro ego endulzando una realidad amarga.

A veces mentimos para convencernos y a fuerza de repetir una historia falsa la convertimos en realidad a los ojos de todos, también ante los nuestros. En ocasiones, mentimos con la peor intención. Otras, con la mejor. Mentimos de manera automática. Mentimos eligiendo entre otras posibilidades. Mentimos porque el cerebro nos protege, pretende facilitarnos las cosas.

Nos justificamos mediante el autoengaño, así respondemos a las contradicciones internas. Inventamos ficciones para sentirnos seguros, valorados, queridos… Cuando nos engañamos, no decidimos, no hacemos, no aprendemos. Nos quedamos anclados en una quimera permanente hasta que el destino nos obliga a emprender acciones, entonces toca elegir: saltar al vacío, arriesgarse a intentar otra vida, o recular en nuestras expectativas y continuar vegetando.

En esta tesitura se encuentra Isidro Trigo, el protagonista de Todas las mentiras. A sus cuarenta y ocho años acaba de divorciarse de la mujer con la que lleva compartiendo su vida desde la adolescencia. Tiene una hija de diecisiete años a la que no conoce porque nunca se ha atrevido a indagar en su intimidad, porque no ha sabido ganarse su confianza. Lleva años desarrollando el mismo trabajo, con los mismos compañeros, con los mismos hábitos. Su existencia es anodina, sin expectativas ni ilusiones. Hasta que un día todo explota a su alrededor, la tranquilidad se rompe, la seguridad se desvanece porque nunca existió.

Isidro debe afrontar cambios significativos, debe ser honesto consigo mismo y recuperar el valor para vivir. La repentina enfermedad de su padre le pone sobre aviso, la vida es efímera, es ahora o será nunca. Pensar que aún nos queda tiempo es otra de las mentiras que nos contamos cuando carecemos de un proyecto vital, cuando en la rutina nos hemos llenado de miedo.

En Todas las mentiras, Carlos Manzano reflexiona con enorme lucidez sobre cuestiones que nos afectan a todos. La incomunicación, no saber o no poder quitarnos el disfraz que nos protege y nos asfixia por igual. El miedo a aparecer desnudo ante los demás, a ser enjuiciado por unas miradas ansiosas por etiquetarnos, a conocer a alguien que nos atrae y asusta. Descubrir los misterios de esa gente a la que crees conocer y de la que, sin embargo, lo ignoras casi todo. Mirar hacia atrás, hacia ese camino que fue pasado y que nos ha conducido hasta hoy, al presente que nos llevará al futuro, a esa falacia. El futuro, esa proyección de la mente para huir del ahora y recrearse con la posibilidad de tiempos mejores, cuando ya hemos perdido la brújula, si es que alguna vez la tuvimos, que ha de guiar nuestros pasos. Carlos Manzano escribe Todas las mentiras con un tono intimista. Es como si estuviésemos sentados en una cafetería, tomando un café con Isidro Trigo mientras él se confiesa, nos habla de su vida, de sus emociones, del vértigo que le produce hallarse al borde del precipicio, forzado a tomar una decisión trascendental. Es entonces cuando nos vemos reflejados en el espejo que no miente y nos devuelve la realidad desnuda, porque nosotros también somos Isidro Trigo, estamos aquejados de sus mismos males y alguna vez estuvimos o estaremos en la coyuntura de optar por un camino u otro. ¿Seremos capaces de arriesgarnos a vivir?

© María Dubón

Recensiones

 

TODAS LAS MENTIRAS

Domingo, 18 de junio de 2023


La vida como ficción, decepción, trampa, o, siguiendo a Shakespeare, «un cuento lleno de ruido y de furia contado por un idiota». Isidro Trigo, el narrador y protagonista, no es exactamente idiota (o lo es en la misma dimensión democrática en que podemos serlo todos en un momento dado o, en los casos de mayor mérito, quienes logran serlo en sesión continua); más bien podría ser la actual encarnación de uno de esos infelices antihéroes de Billy Wilder que hacen del disfraz, del disimulo, del perpetuo segundo plano, de fingir lo que no son, la forma de sobrevivir, de sobrellevar permanentemente esa oscura existencia por la que transitan con la constante sensación de caminar con el pie cambiado. El mundo de Trigo se derrumba súbitamente (matrimonio, paternidad, vida social y profesional…), pero como Bach en sus célebres Variaciones Goldberg, en versión de Glenn Gould, encuentra el orden matemático en el caos, o mejor dicho, hace de este caos sobrevenido un nuevo orden: una repetición, con ligeros matices, del arte de tropezar varias veces con la misma piedra, o un derroche de su inmenso talento para idear nuevas piedras en las que tropezar. El destino, terco, irrenunciable, le depara incluso un último y retorcido giro, se cierne sobre Isidro con un guiño tan cruel y macabro como irónico, como si el Ave Fénix, justo en el momento de renacer, fuera a caer en la cazuela.

Prosa precisa y honda introspección psicológica para narrar el proceso de decadencia personal y los esfuerzos por subvertirla de un individuo que, visto desde el humor y la ternura, probablemente, añoraría el famoso chascarrillo de Woody Allen: «creía que las Variaciones Goldberg eran una fantasía sexual del señor y la señora Goldberg».

© Alfredo Moreno

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CADA FIN DE SEMANA, UN LIBRO

Todas las mentiras. Carlos Manzano

Sábado, 8 de julio de 2023


¿Los cimientos sobre los que edificamos nuestras vidas están hechos de mentiras, una tras otra? Carlos Manzano realiza una disección de bisturí para regalarnos una narración en la que va desvelando cada una de esas ficciones o mentiras o frustraciones o fracasos o llámelo como usted quiera en que se ha convertido la vida del protagonista, Isidro Trigo. Un protagonista repetido en la sociedad de hoy, en hombres y mujeres que han visto sus sueños rotos, que han descubierto que todo aquello sobre lo que asentaron su futuro se ha derrumbado, se ha ido viniendo abajo con los años. Y el fracaso es un páramo desnudo en el que no hay un árbol al que asirse. En esa situación tenemos a nuestro héroe ―o antihéroe―, solo, sin un Dios que le ampare, sin que nadie se apiade de sus tribulaciones. Aquella vida en pareja, tan sencilla, tan idílica, se deshizo como un azucarillo, los amigos no fueron suficientemente amigos, la hija resultó casi una extraña…  ¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo se puede derrumbar una casa tan –en apariencia- sólidamente construida? Cada hecho tiene su causa y llevará a una consecuencia, eso está claro.

Consecuencias nunca previstas porque se vive la juventud llenos de fe como certificación de que lo soñado se cumplirá. Luego, la fuerza de los hechos lleva al desengaño, abre los ojos y no queda más remedio que, como todos, Felipe Trigo el primero, tirar para adelante, colocarse la máscara cada mañana antes de salir de casa y protagonizar la película del día sabiendo que ellos, ―él en la novela― es el malo, el perdedor. El saco donde van a parar todos los golpes. No se siente culpable; por más que le lluevan desastres como pedregada en primavera. Las mil preguntas que revolotean alrededor de su vida, aunque inevitables, no son parte de la solución; si acaso, podrán ser vía por donde buscar una salida.

Porque la rendición no forma parte del guion de su película. No es que sea un objetivo que se marque a plazo alguno, pero todos los pasos que va dando desde su soledad van dirigidos a la búsqueda de esa salida. Aun sabiendo que lo más fácil sea encontrarse otro callejón oscuro, tapiado, lleno de trampas. Y temiendo, por supuesto, que esa posible salida, a la desesperada, sea desde el principio otra mentira.

Y ahí nace el pensamiento, la reflexión, la serie de preguntas que le sirven de guía. La vida no está pintada en rosa, sino llena de zancadillas, de fracasos, de mentiras. Carlos Manzano propone este camino personal, un camino que ha de andar cada cual, con sus variantes, con sus adaptaciones. Ha de sortear sus baches, saltar sobre las dificultades, encontrar las propias soluciones. Nada fácil, por supuesto, pero para conseguirlo lo ha de intentar, no sr puede quedar varado en una orilla. La perfección no existe en la vida de Trigo aunque sueñe con ella en el piano de Glenn Gould, un intérprete que persiguió esa perfección en las Variaciones Goldberg de Bach valiéndose de su trabajo exhaustivo y, a la vez, de las más modernas técnicas. Ese fue su camino.

¿Por qué no va a conseguirlo Felipe Trigo? Los fracasos previos con su pareja, su paternidad o su trabajo ―él los conoce, le ha dado muchas vueltas a su cabeza hasta ser consciente de ellos― no pueden condicionar su fututo. El futuro, la posibilidad de un futuro existe; por tanto, ha de ir tras ella. Aun sabiendo, repito, que se pueda encontrar con otra mentira.

Excelente novela, de madurez, donde cada reflexión sigue al hecho como la huella a la pisada, sin dejar un claroscuro a la espalda. Una novela que es retrato de nuestro tiempo, de cuantos vivimos y fracasamos sin saber, a veces, por dónde nos vienen dadas. Léela. Te hará pensar, por supuesto; pero no te irás de vacío cuando cierres la última página.

© Antonio Tejedor García

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TODAS LAS MENTIRAS (2023), de Carlos Manzano

Domingo, 9 de julio de 2023


Lo primero que llama la atención al leer la nueva novela de Carlos Manzano (Zaragoza, 1965) es lo bien escrita que está; algo que, como lector, se agradece enormemente.

Lo segundo es la capacidad de su autor para asumir riesgos, para afrontar retos, y salir airoso. Plantearse una novela en la que el protagonista es un hombre de mediana edad que acaba de separarse, que tiene una hija adolescente, que tiene que dejar su casa e irse de alquiler con casi cincuenta años, en un país como España en el que cada año se separan cerca de cien mil parejas, es decir, cerca de trescientas al día, y conseguir huir de los lugares comunes y de los tópicos, es harto aplaudible; situar laboralmente al protagonista en una oficina formada por cinco hombres y una secretaria y que cada uno sea identificable, tenga su propia personalidad y lo sintamos de carne y hueso, es otro logro no menor; mostrar su día a día y sus rutinas sin caer en la banalidad o en el tedio, es otro; llevar en un momento dado a Isidro Trigo ―ése es el nombre del protagonista― a Benidorm y no caer en la caricatura, es otro más. Y podría seguir poniendo ejemplos.

¿Cómo lo consigue? Haciendo algo tan difícil como crear unos personajes como si fueran seres humanos, poliédricos y múltiples, con sus contradicciones y con sus virtudes, con sus miserias y con sus heroísmos cotidianos; hablando tanto de sus ilusiones como de sus fracasos, tanto de sus anhelos como de sus renuncias.

Al mismo tiempo, el autor, para huir de los lugares comunes ―en cierto modo, el verdadero reto de la novela― aprovecha la trama para presentarnos nuevas formas de relacionarse sentimentalmente, nuevas formas de superar la pareja tradicional, nuevas formas para conocer a personas gracias a las redes sociales y a ciertas aplicaciones; también para hablar de los cambios generacionales que han tenido lugar en nuestro país en las últimas décadas, de las diferencias abismales entre la adolescencia del protagonista y la de los jóvenes de hoy, entre la España actual y la que vivieron sus padres.

La novela, aunque en ningún momento habla de política, es también "una novela política" en el sentido de que el autor aprovecha la narración para ajustar cuentas con las cosas que no le gustan de nuestro modelo social, sea la televisión como opción mayoritaria de ocio, sean las franquicias impersonales de la hostelería, sea la música comercial, sea para poner sobre la mesa la falta de oportunidades culturales que tuvieron las clases humildes durante el franquismo, sea para criticar el adocenamiento reinante, o sea, por ejemplo, para analizar a un personaje tan indeseable como Sandoval ―tan creíble, tan real, tan "español"―, que vendría a simbolizar un mundo viejo, rancio, anclado en la hipocresía burguesa de la doble moral y los convencionalismos, frente al aire nuevo, fresco, esperanzador, que pueden representar los personajes jóvenes como Yolanda, Violeta o Andrea.

La novela, al enfrentarse a muchos de los convencionalismos del mundo actual (fomentados y amparados por la hegemonía cultural dominante, que diría Gramsci), se enfrenta también al género humano, a su manera responsable de un statu quo que no cuestiona y al que se ha acomodado; un género humano que, por lo general, no sale bien parado, sobre todo el bípedo masculino (creo que no se salva ninguno de ellos); y que, en el caso de las mujeres, el autor coloca en un nivel superior, presentándolas como más inteligentes, más resolutivas y más pragmáticas ―pensemos en Yolanda, en Andrea y, sobre todo, en Laura (una buena parte del universo femenino de la novela que, por otra parte, tanto le interesa al narrador y protagonista).

El título, Todas las mentiras, apela, claro, a las mentiras cotidianas que cada uno, sin excepción, nos construimos y nos llegamos a creer para justificar nuestro día a día o muchas de las cosas que hacemos habitualmente; a las mentiras con las que convivimos y no nos cuestionamos, que ocultamos o que fingimos no saber, y a las que no queremos hacer frente por cobardía, por pereza, por miedo, por desidia o, sencillamente, para no complicarnos la vida.

La novela, aunque uno no quiera, te pone un espejo delante, te hace mirarte en él, repasar tu propia vida mientras la lees, cuestionarte cosas que, cada cual a su modo, tenemos normalizadas y que, en no pocas ocasiones, pueden ser todo menos normales.

Todas las mentiras es también un retrato de un microcosmos laboral que es una metáfora de tantas y tantas oficinas pequeñas de nuestro país en las que se funciona con ciertos códigos y con ciertos silencios asumidos por todos sus integrantes, con ciertas líneas rojas que, por el bien de todos sus miembros, es mejor no traspasar, si se quiere mantener "la paz social" (y la personal).

Sus páginas están llenas de reflexiones, algo que se agradece ya que la trama se enriquece de pensamiento y no es sólo una pura narración de hechos y de situaciones. De reflexiones de no pequeña hondura, sobre temas que, a su manera, nos afectan a todos, como son los caprichos del azar que condicionan nuestras vidas, la falta de un destino o de un determinismo previos, la reconstrucción del pasado que lleva a cabo la memoria cada vez que vuelve a él, la religión, el sentido de la vida, la muerte o, por ejemplo, los universos paralelos de los que habla la física cuántica.

De su autor podría decirse que es un gran observador de los comportamientos humanos, de sus reacciones apenas imperceptibles y de sus gestos más mínimos. También podría decirse de él que es un "entomólogo del género humano y de su forma de relacionarse en sociedad". Y de su estilo que se trata de "una prosa de taxidermista". Un autor, en fin, que conoce bien los mecanismos de la novela; que sabe poner en pie una narración dosificando en cada momento la información necesaria, construir escenas en las que es capaz de irse del tema principal, mezclar varias subtramas en una misma página, retomar el hilo que nos ha llevado hasta allí, y que todo fluya con la mayor naturalidad posible.

Y nada más. Tan sólo recomendar esta novela de madurez, esta novela urbana de vidas cruzadas que transmite contemporaneidad, usos lingüísticos de la España de hoy y diálogos del siglo XXI, esta novela, en fin, que debería ser conocida por un amplio público y que el boca a boca debería hacer que llegara a un número de lectores que estuviera a su altura, que es mucha.

© Ángel Ortín Pascual

 

TODAS LAS MENTIRAS, de Carlos Manzano

Martes, 22 de agosto de 2023


Con una ya considerable e impecable obra narrativa a sus espaldas que incluye novelas y libros de relatos (Paisajes de la memoria, Lánguidos sueños, La azarosa y enigmática vida de Idaira Badiero, Hubo un tiempo que lo fui todo, El silencio resquebrajado y Monstruos amaestrados) y haber tomado parte en diversos libros colectivos como Relatos de noventa segundos, Antología del género negro criminal, Juramento negro, El origen del mundo y M.M., el zaragozano Carlos Manzano es uno de esos autores que aúnan en sus libros la buena literatura con dosis de reflexión inteligente, y que entiende que la primera es como una especie de sacerdocio en donde forma y fondo deban ir cogidos de la mano.

Isidro Trigo, el protagonista narrador de Todas las mentirasSoy un tipo despistado; tengo mala memoria y siempre voy por la calle embutido en mis pensamientos, indiferente a todo lo que me rodea— es un compendio de fracasos acumulados que se dan cita en un momento de su vida, cuando alcanza la cincuentena —Una vida que a mis casi cincuenta años sentía desperdiciada, como si apenas la hubiera vivido—. Su pareja Mercedes le deja por un malentendido con una joven con la que chatea y se cita llamada @sonrisa_siniestra —Eres un buen hombre, Isidro. Estoy segura de que no has hecho nada que sea ni siquiera censurable. No entiendo la reacción de tu mujer solo porque te vio hablando con una chica— y tiene que irse a vivir como realquilado a la casa de una mujer lesbiana, Maricarmen, la Gorda, cuya joven amante Yolanda desea y le va a ir abriendo los ojos sobre algunas verdades que se niega a aceptar. Descubre, por ejemplo, aspectos ocultos de la vida sentimental de su hija Violeta que le inquietan profundamente —Mi hija era una de esas jóvenes que salen por las noches, beben hasta emborracharse y toman estupefacientes, o, dicho de otro modo, que solo entienden la diversión como una sucesión de excesos— al mismo tiempo que tiene serias dudas sobre su paternidad, algo que le acaba de hundir —Quiero decir si estás seguro de que tu hija es realmente hija tuya, le espeta uno de los odiosos compañeros de trabajo— y su hija se convierte en una desconocida para su padre: De repente, alguien que siempre has tenido por un ser angelical y frágil, merecedora de todos los cuidados, a ratos inmadura, alegre, tierna, revoltosa, candorosa y virgen, pasa a convertirse en cuestión de segundos en una activa consumidora de estupefacientes y, por si fuera poco, también en una ninfómana.

En la cincuentena nuestro protagonista descubre que no conecta con la juventud —Eso es algo que siempre me ha molestado de los jóvenes, esa forma tan descarada de desentenderse del mundo cuando están a sus cosas, su falta de pudor a la hora de darnos a entender lo poco que les interesamos—, que detesta a sus compañeros de trabajo —Sandoval siempre había sido así, grosero, faltón, machista. Un cabrón sin paliativos. ¿Por qué no la había parado los pies antes? ¿Por qué siempre la había reído las gracias, como hacían los demás?— aunque no se atreve a enfrentarlos cuando le ensucian los oídos con sus comentarios machistas y rijosos: Eso debería haberle dicho, haberle refrotado aquella estupidez por la boca, haberle pasado todos sus excrementos verbales por los morros.

Entre tanto desaliento, lo único que le consuela es la música de Bach, en especial su célebre pieza «Variaciones Goldberg» interpretada por el inefable Glenn Gould: Bach es incapaz de sustraerse a su propia sensibilidad musical, de no dejarse poseer por esa ansia irreprimible de llegar hasta lo más profundo de sí mismo, de no introducirse los dedos y las manos hasta palpar cada una de sus vísceras, de no vaciarse por completo en cada una de sus creaciones.

Isidro Trigo es también un compendio de deseos reprimidos —No negaré que hubo mujeres a las que deseé de verdad, chicas cuya sola visión me excitaba como a un adolescente, hembras que despertaron de su letargo mi codicia animal por poseerlas, pero a todas ellas las ignoré con la misma indolencia con que apartas una rama cruzada en la carretera— y frustrados, como sus acercamientos fallidos a Laura, su compañera de trabajo, de la que está enamorado. —La miré con descaro mientras salía de la cafetería y así, vista de espaldas, con aquella figura envidiable que no tenía reparos en lucir, me pareció la mujer más hermosa del planeta. O la más adorable, que viene a ser lo mismo—. Eso no le impide que se interrogue sobre la química del amor: Me hubiera gustado saber qué sustancias produce el cerebro para generar en nosotros esa sensación anhelante que llamamos amor. Un amor que realmente es una ensoñación del protagonista: Nunca había encontrado a Laura tan bella y adorable como en ese justo instante, cuando tras ponerse de pie y despedirse con una cálida sonrisa, abandonó el bar a través del marco de la puerta. ¡Qué próxima la sentía y el mismo tiempo qué lejana, qué inaccesible, qué fuera de mi mundo! Pero es incapaz, por torpeza o timidez, de dar los pasos adecuados para convertir ese amor por Laura en realidad: Cada elección es un juego de azar como una apuesta a todo o nada. Y lo que no ha tenido lugar, sencillamente no es: ni ha existido ni existirá jamás.

El Isidro Trigo narrador y protagonista se va autorretratando a través de sus reflexiones  Trigo (salvo Laura, que desde hacía un tiempo se dirigía a mí por mi nombre de pila, el resto nunca me llamaba Isidro)— y ello le conduce a afirmar que todo lo que ha vivido hasta ahora es nada, puro vacío, una descomunal suma de mentiras a las que no sabe cómo dar respuesta. Todas las mentiras es, a fin de cuentas, una reflexión sobre la contingencia del ser humano, el autoengaño como fórmula para sobrevivir —… yo seguía sumergido en el fondo, hundiéndome por mi propio peso, incapaz de encontrar recursos para remontar altura y vislumbrar cuando menos un poco de luz a través de la superficie del agua. La conciencia de no ser. La inanidad como forma de vida―. El protagonista de la narración, y sospecho que su autor, se interroga constantemente sobre la falsa trascendencia del ser humano: Si en realidad no somos más que otra especie más, aunque cognitivamente más desarrollada, nuestro destino será exactamente el mismo que el resto de las especies del planeta. No puede existir ninguna diferencia en ese aspecto. Si a nosotros nos espera una vida después de la muerte, o un cielo de acuerdo con los más beatos, lo mismo debería suceder a los grillos, a los elefantes y a las bacterias. Solo la creación artística nos hace diferentes, nos puede convertir en dioses. Su melomanía le inclina a identificar a Bach con Dios: Es entonces cuando digo que si realmente hay algún dios o alguna primitiva y minúscula representación humana de la divinidad, solo puede estar en Bach.

Las muchas píldoras filosóficas que contiene la novela de Carlos Manzano no destruyen su hilo narrativo sino que lo afianzan a través de esos sucesivos monólogos interiores de su protagonista consigo mismo: La verdad nunca es liberadora; en todo caso, desveladora. Pero nada más. La verdad no nos trae la felicidad ni la autocomplacencia; como mucho nos pone un poco más cerca de la seguridad de la sabiduría y, por tanto, también de la decepción. Hay frecuentes reflexiones en la novela sobre el sentido de la vida: El futuro sólo empieza a cobrar sentido cuando se divisa la muerte en el horizonte, cuando la punta de su guadaña empieza a asomar por detrás del paisaje; mientras tanto, somos inmortales y lo podemos todo.

En el probable ecuador de su vida Isidro Trigo enmendaría algunas actitudes del pasado, sobre todo las relativas a la juventud: En esta fase incierta de mi vida me dominaba la sensación de que había dejado pasar sin pena ni gloria el periodo más importante y decisivo de todos: la juventud. Y reflexiona con escepticismo sobre la propia existencia: Siempre he considerado una solemne idiotez tratar de encontrarle sentido a la vida. Es obvio que no lo tiene, que no somos más que puro azar y tal vez un inmenso error biológico, que no hay nada trascendente en nosotros y que excepto la muerte todo es contingente y temporal.

La nada y la trascendencia es uno de los muchos ejes de la novela. La trascendencia ejemplificada en La única pieza del genial autor alemán que grabó en dos ocasiones es las «Variaciones Goldberg», la nada de su propia existencia: Hasta ahora había girado siempre alrededor de un solo principio básico: la inanidad.

Termina la novela con una declaración de principios, con la voluntad del protagonista, tras haber repasado esos cincuenta años de su vida que son de una levedad absoluta, de enmendar su propia existencia: Y hoy, a pesar del constipado que amenazaba con amargarme el día, nacía un nuevo Isidro Trigo, un Isidro Trigo que ya no necesitaría más mentiras para subsistir ni para sobreponerse a las vicisitudes de la vida.

Sin lugar a dudas la obra narrativa de Carlos Manzano no tiene desperdicio, invita al lector a reflexionar sobre su propia existencia sin renunciar a la buena literatura.

© José Luis Muñoz

La soledad del corredor de fondo

 

TODAS LAS MENTIRAS

Lunes, 23 de octubre de 2023


El refinado bisturí literario de Carlos Manzano deja en carne viva a los personajes de su última novela TODAS LAS MENTIRAS publicada por La Fragua del Trovador. Como es preceptivo, es al protagonista, Isidro Trigo, a quien aplica las técnicas de disección a su alcance, que son variadas y eficaces.

Un hombre vulgar, uno de tantos oficinistas como pululan por el universo burocratizado en el que sobrevivimos, es el polo de atracción del afinado y atinado análisis que, a través de él, realiza Manzano de la sociedad contemporánea.

Con una precisión milimétrica va diseñando los diferentes estratos de la personalidad de un hombre recién separado de su mujer por decisión de ella. Sorprendido en un inocente contacto con una menor, conocida a través de las redes, se ve obligado a abandonar el hogar y a refugiarse en un hotel. Pasados unos días, encuentra una habitación disponible en casa de una mujer, Maricarmen, de un perfil impreciso desde el punto de vista vital y laboral, aunque no desde el erótico porque todos los indicadores la señalan como lesbiana.

En el catálogo femenino que maneja Manzano figuran otros seres de menor relieve, como su exmujer, la hija de ambos, las dos parejas de Maricarmen y Laura, la secretaria del director de la empresa donde trabaja Isidro, que va ganando peso a lo largo de la trama para perderlo al final. Es el punto de desconsuelo, por una parte, y el acicate, por otra, que obliga al protagonista a tomar las riendas de su existencia.

En el catálogo masculino figuran sus compañeros de trabajo y un amigo eventual, que vive en la vorágine. Isidro se niega a entrar en ella a pesar de su soltería y esquiva cualquier tipo de dependencia hasta el punto de renunciar a su puesto de trabajo.

El final de la narración es un canto a la esperanza porque da opción a un renacimiento y al recrecimiento del personaje que, por último, ha tomado el timón de su futuro.

Es prodigiosa la habilidad con que Manzano va analizando fibra a fibra las interioridades de Trigo hasta dejarlo desnudo. Nos muestra a un ser prototípico, un ente sin relieve de los que pululan en el mundo contemporáneo, un modelo de la inconsistencia frecuente en la sociedad actual, un hombre resignado a pastar en los eriales de la duda, en los vórtices de la resignación, en los abismos de la falta de significado.

© Francisco Javier Aguirre

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TODAS LAS MENTIRAS, de Carlos Manzano

Jueves, 15 de febrero de 2024


La narrativa, como género literario, ofrece una capacidad creativa que desborda a la imaginación, tan de sobra admirada: en la construcción de un relato ficticio, el buen relato o la novela excelentes son capaces de dibujar la verdad que se esconde en los entresijos de la vida cotidiana. Escribiendo en general, nunca generalizando, ningún género es más humano que la narrativa. Incluso cuando los personajes son animales, seres fantásticos o plantas, como en el caso de La tribu de los árboles, de Stefano Mancuso, siempre se representa un punto de vista humanizado, ligado a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestros sentidos.

A buena novela se la reconoce, por tanto, por la pericia de su autor para contar algo que va a interpelar muy directamente a los lectores. Que el género al que pertenece obligue a un contenido muy humano exige igualmente que lo narrado logre captar sumamente la atención del lector y reflejarse, de algún modo, en el texto, congeniar o rechazar a los personajes, sentir, en resumen.

Pues bien, Zaragoza sigue siendo cuna de voces interesantes para las letras españolas. Una de ellas es Carlos Manzano, un novelista de raza que probablemente sea desconocido fuera de la patria chica aragonesa. Manzano ha publicado sus últimas novelas en una editorial solvente e independiente, La Fragua del Trovador, y desde ella ha ido conquistando a un público creciente. Su última entrega con la editorial zaragozana, Todas las mentiras (2023), es una buena muestra de su pericia con las letras con entrega y con pasión.

Todas las mentiras parte de un territorio tradicional en el género, que es el derrumbe, y una solución igualmente trillada a lo largo de la historia, que es el viaje, ya sea físicos, psicológico, mental, psicodélico o espiritual. Hasta aquí, esta nueva creación de Carlos Manzano podría no ofrecer nada singular si no fuera porque no abarca el fin de un modo de vida en su protagonista, Isidro, y su tropiezo revelador, al estilo de Pablo de Tarso, sino que el autor es capaz de situar al lector con gran determinación en una tierra de nadie circunstancial que define el día a día de millones de personas en la sociedad híper conectada, externalizada e irreflexiva de nuestros días: no existe un abatimiento profundo como no existe un reconocimiento suficiente de lo que está sucediendo. Isidro se encuentra con una serie de circunstancias que parecen confabularse sibilinamente contra él. Lentamente, entre su acción y su inacción, el firme sobre el que apoya su modo de vida comienza a perder vigor. El edificio de su existencia se desmorona. Mientras lidia con las circunstancias, sus fuerzas y su potencia mental se agotan. Sólo puede observar su propio hundimiento, como el emperador que, después de la batalla, perdió su imperio, o el país que aspiraba a conquistar el mundo cuando es incapaz de repeler al enemigo al que consideraba inferior.

Mientras tanto, el mundo exterior al protagonista que Manzano narra en la novela sigue su curso, imparable. No es aquel, sin embargo, que contó León Tolstói en Resurrección, con su fuerza natural transformadora. En el universo de Manzano esta naturaleza imparable existe, pero lo hace detrás de las muchas capas de ficción que impone la sociedad digital de nuestro tiempo, donde estar triste o abatido se considera muy frecuentemente un signo de inexcusable fragilidad. ¿Cómo no ser feliz en un tiempo de amor barato, relaciones sexuales fáciles de alcanzar y placebos fáciles? Precisamente por ello, por la inconsistencia de nuestro tiempo, la infelicidad prolifera como una enfermedad de múltiples rostros que amenaza con convertirse en una pandemia global de muy larga duración. En Todas las mentiras, Isidro sufre su propio apocalipsis: el amor, el sexo, el trabajo, las relaciones interpersonales, nada de lo social lo habrá de salvar. Sólo encuentra consuelo en la música clásica y es cuando comienza el viaje, la metamorfosis, que de la mano de Manzano se convierte en un proceso psicológico. Porque así es la literatura de Carlos Manzano: analiza la esencia de la personalidad con las que va a dotar a cada personaje y dibuja su narración en una actualidad de la que es difícil no sentirse reconocido. Sin embargo, Manzano sí regresa a la raíz profunda de la cuestión sobre la que se ha propuesto escribir: en definitiva, ¿qué hace Isidro, si no es bucear en su interior para encontrarse, hasta cierto grado, a sí mismo? Por más fastos que sucedan fuera, el ser sin sí mismo es la nada, el vacío, un fantasma que deambula sin rumbo por la existencia material.

No contaré cómo se desarrolla esta magnífica novela ni cómo termina para no incomodar al lector. Sí que insisto en la maestría con la que está escrito este libro. Carlos Manzano vuelve a recordar a su público por qué sus novelas merecen la pena ser leídas, y cada nuevo título, aguardado con ganas. La desafección, el desengaño y la soledad son los tres pilares que impulsan Todas las mentiras. Pero que no se desespere el lector, que esta no es otra de tantas novelas catastrofistas: el final es luminoso y esperanzador. Les invito a descubrirlo de la mano de este autor desbordante y lleno de pasión por la literatura y de una editorial, La Fragua del Trovador, que ha dotado a cada ejemplar de la novela de unas elevadas calidades materiales. Si no lo han hecho ya, Todas las mentiras les revelará la verdad de la buena lectura: sosiego, serenidad y placer. No se la pierdan.

© David Lorenzo Cardiel

Diagnóstico Cultura

 

TODAS LAS MENTIRAS

Lunes, 25 de marzo de 2024


En "Todas las mentiras" (La fragua del trovador, 2023), Carlos Manzano (Zaragoza, 1965) cuenta la historia de Isidro Trigo, un hombre en el ecuador de su vida que hace balance y se enfrenta a sus fracasos y engaños.

Separado de su mujer, con una hija a la que ve esporádicamente, un trabajo de oficinista que le condena a la monotonía y a la convivencia con unos compañeros que le desagradan en muchos aspectos, tiene que alojarse en una habitación alquilada en el piso de una mujer llamada Maricarmen. En este punto, Isidro, hombre apocado, lleno de dudas, inseguro, incapaz de tomar decisiones o de afrontar las vicisitudes de su vida, toma conciencia de que todo lo que le ha rodeado hasta el momento ha sido falso, vacío, y de un modo paulatino va tomando conciencia de que debe salir del agujero en el que ha estado hibernando. Otros personajes, como su hija Violeta, su compañero Sandoval, La amante joven de Maricarmen, Yolanda, o Laura, la secretaria de la oficina por quien se siente irremediablemente atraído, le irán ayudando, directa o indirectamente, a tomar las riendas de su vida.

Una novela que te engancha desde el principio, que aborda temas sobre los que todos deberíamos reflexionar, que nos habla de la dificultad de entendernos con los demás, de escapar a las trampas que la sociedad nos va tendiendo para mantenernos sujetos y adormecidos, del valor que hace falta para romper definitivamente las cadenas que nos atan a una existencia convencional y segura.

Carlos Manzano es uno de esos escritores que merecen mayor repercusión y reseñas en los grandes medios. Un escritor que permanece fiel a su vocación, sin que parezca importarle el ruido mediático. Su obra se va configurando con una indiscutible solidez y los que tenemos la suerte de seguirla nos felicitamos cada vez que conseguimos uno de sus libros. Yo les recomiendo que lo busquen y lo lean.

© Miguel Sanfeliu

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Carlos Manzano: Todas las mentiras

Domingo, 2 de junio de 2024


«Cuando tenía veinte o veintiún años, pensaba en esto de vez en cuando: ¿qué se le pasará por la cabeza a, pongamos por ejemplo, un pequeño ratoncito campestre que va buscando alimento por los alrededores de su madriguera, justo en el instante en que siente la sombra amenazadora de un águila dispuesta a tomarlo como alimento? […] Nosotros, los seres humanos, apenas nos vemos en tesituras semejantes más que unas pocas veces en la vida, muy pocas si lo miramos con objetividad. Por suerte, la mayor parte de las desgracias que amenazan nuestra existencia no tienen ese cariz tan espantoso».

Y a pesar de los temores y monstruos que dibujamos en nuestra mente, la esperanza nos mantiene dentro del camino de la vida. Es la fuerza de la existencia abriéndose paso en una sociedad que finge haber domesticado el deseo, pero que se ve progresivamente más sobrepasada para contenerlo mediante una moral y una ley debilitadas. El refugio de la racionalidad, que en otros tiempos era una valiosa brújula para el gobierno de cada persona, ha sido desplazado por un conveniente sentimentalismo, banal y gregario. En consecuencia, el individuo ha sido reducido a una imagen socializada de sí mismo donde su crecimiento intelectual y espiritual se ha transmutado por el cultivo del narcisismo.

Zaragoza es ejemplo de este paisaje hermoso y atroz de la civilización occidental de nuestra era. También es la cuna de un prolífico acervo de literatos ―además de mi persona como único exponente relativamente joven en el campo de la filosofía: en general, soy a los literatos como los taoístas lo eran respecto de los confucianos en la China antigua― que han nutrido algo más que una moda. Visto desde las dos grandes capitales de España, el «boom literario» de Zaragoza es un rara avis, porque hasta ahora de Zaragoza no se esperaba nada. Quizá jotas, el sofocante calor del cercano desierto monegrino en verano y una ciudad aburrida y provinciana, donde nunca sucede nada interesante y de ocurrir merece un dossier especial en la sección de «Sucesos» de la prensa. Sin embargo, el principal éxito de esta eclosión literaria no es tanto situar la ciudad como una de las principales capitales culturales europeas de esta década como haber creado el contexto clave para una vida cultural prolífica, heterogénea y cosmopolita.

Carlos Manzano es uno de estos autores zaragozanos rutilantes que demuestran, en cada uno de sus nuevos libros, veteranía y oficio como escritor. El autor ha regresado a las librerías con Todas las mentiras, una novela profundamente psicológica y colmada de una aguda reflexión sobre el sentido de la vida, la dirección a la que se dirige la sociedad y las relaciones humanas. También subraya Manzano el valor de la esperanza. El daño, el dolor y la tragedia pueden suponer nuestra debacle o una oportunidad para reconstruirnos y hacer tabula rasa. No profundizaré en la trama de la novela para facilitar una lectura limpia al lector interesado.

Pero sí incidiré en la capacidad que demuestra Manzano para narrar la naturalidad de un tiempo dotado de un estado psicológico complejo, profundamente sentimental y en el que las relaciones humanas son más líquidas que nunca antes. Es difícil no sentirse identificado con la vivencia de algún personaje. Porque Carlos Manzano es capaz de invocar al lector partiendo de una ficción directa, elegante y elaborada con maestría, y conseguir describir un tiempo con la pasividad de quien sólo quiere narrar.

La novela corre de la cuenta de la editorial zaragozana La Fragua del Trovador. Si todavía no conocen la obra de Carlos Manzano les invito a descubrirla en cualquiera de las ferias del libro del país. Más aún cuando la novela acaba de ser premiada con el II Premio Fernando Marías.

© David Lorenzo Cardiel

El Imparcial

 

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