CARLOS MANZANO |
Recortes de prensa |
Lunes, 18 de abril de 2011 Lo que fue de nosotros Despego con sumo cuidado el borde del sobre. Admito que suelo ser algo más descuidada e impulsiva en esta labor, claro que lo habitual es que sean facturas o correspondencia comercial. He adivinado su contenido, pero que nadie piense que tengo facultades paranormales ni nada semejante. Tampoco es ningún ritual premeditado ni aprendido, como el que desplegamos ante un regalo de cumpleaños, o ante los que descubrimos, siendo niños, en la mañana de Reyes. A pesar de que se rompa la magia, lo cierto es que tan sólo he identificado al remitente. Siento curiosidad, y admito mi sorpresa, ante la portada de "Lo que fue de nosotros", la última novela de Carlos Manzano, editada por Nuevos Rumbos. Me gusta la edición –pienso– aunque en algún momento me recuerda a otras de contenido infantil y también a las de "Acantilado" que he adquirido últimamente. Lo bueno de las novelas cortas es que se leen en un abrir y cerrar de páginas. Es una lástima que mi recorrido en metro cada mañana para acudir al trabajo sea tan breve... en una ciudad como Madrid seguro que hubiese podido leerla en un trayecto de ida y vuelta. Otra de las ventajas es que no nos exigen un exceso de concentración, ni nos perdemos en complicados flashback, ni recapitulando una larguísima lista de personajes, porque muchas veces uno no tiene el cuerpo, o la mente, para esos menesteres. Esta vez no he caído en la "trampa"... y ni por un instante he pensado que encontraría una novela sobre una investigación policial. Ya sé que para Carlos Manzano –él mismo lo argumentó– los crímenes o los viajes son la excusa perfecta para iniciar un relato. Y es que una y otra situación –un crimen, la muerte de alguien cercano, que nos ponga la vida del revés, o un viaje– cambian radicalmente nuestra percepción de la realidad y de la vida, pueden llevarnos por derroteros inesperados, empujarnos a tomar decisiones que resultarían sorprendentes en cualquier otro momento. Claro está que todos preferiríamos hacer borrón y cuenta nueva ante la inesperada perspectiva vital que nos ofrece un viaje. Pero nadie, absolutamente nadie, es capaz de imaginar qué sería de su vida si recibiese un golpe brutal, y no se me ocurre una situación peor que la muerte de un hijo. Carlos Manzano se mete en la piel, o en los pensamientos, de Fernando y Patricia, los padres de César, un niño víctima de un asesinato. Resulta curioso, pero termino la novela y tengo que acudir nuevamente a sus páginas... no recuerdo sus nombres y sí hasta la última de sus reflexiones, las que hacen sobre sí mismos y sobre el otro. El padre, cercano a la locura, no cesa en su búsqueda de encontrar un culpable, un autor material o moral, sobre el que descargar su rabia. La madre, en una huida hacia ninguna parte, rompe con los formalismos y reglas morales de su vida anterior, decidida a tomar las riendas de su destino ante lo inevitable e irreparable. En el recorrido por los recuerdos de una vida en común escucharemos los pensamientos de uno y otro, distintas versiones de una historia conocida, la de tantos, la de cualquiera, que encontramos a nuestro alrededor sin que sea necesario escarbar demasiado. Los amigos de la infancia y juventud, los primeros amores, los antiguos amantes... recuerdos que nos advierten del paso de los años, de lo breve y fugaz de nuestra existencia, que nos hacen pensar "qué fue de nosotros" –incumplidos los deseos, fracasados los sueños o los proyectos, ganadores de un seguir viviendo, pase lo que pase– donde quedaron esos otros que un día fuimos. Las mismas reflexiones, las del paso del tiempo, los deseos incumplidos, los sueños fracasados... que se hace el inspector Galisteo, quien investiga el caso de asesinato de César, secretamente enamorado de Patricia desde que la conoció. Para él es quizá demasiado tarde, fracasada su investigación, fracasada su vida y la relación con su hija, fracasados sus sueños de alcanzar a una mujer como Patricia... "Lo que fue de nosotros" nos ofrece también un espejo en el que mirar a la sociedad actual, las relaciones personales intrascendentes y ocasionales, las envidias en el ámbito laboral, los viejos rencores que perduran... De nada sirve preguntarnos qué fue de nosotros, de aquellos personajes en los que ya no nos reconocemos, los que descubrimos en una imagen en blanco y negro en el fondo de una caja, mientras el futuro está todavía por contar. Eva García Grau |
“Lo que fue de nosotros”, de Carlos Manzano, una reseña de Francisco Javier Aguirre Domingo, 1 de mayo de 2011 “Un niño de tres años es violentamente asesinado de un golpe en la cabeza. Los padres, golpeados al igual que su hijo por las terribles fuerzas de lo irracional, se ven obligados a mirar por vez primera, sin falsos tapujos, dentro de sí mismos”. Esta es la primera información que encuentra el lector en la contracubierta del libro; y éste es el episodio con el que comienza la novela. Historia extremada, intensa y vertiginosa la que se cuenta a partir de aquí. Carlos Manzano, narrador avezado y coordinador de la revista electrónica de literatura ‘Narrativas’, ha escrito una novela inquietante y ágil, con un arranque casi inverosímil –el asesinato de un niño sin motivación aparente, sin connotaciones de pederastia, sin indicios de venganza ni de crueldad patológica– y con una secuencia de difícil asimilación: la aparente insensibilidad de la madre ante la tragedia, su frialdad e indolencia tras la desgracia. La trama, además, experimenta una convulsión insólita en la segunda parte del libro al plantear el monólogo interior, con mínimos deslices al diálogo, de un viejo inspector de policía involucrado patológicamente en la investigación del crimen. La estructura narrativa sorprende cuando el inicial desdoblamiento deriva hacia la triangulación de los personajes y las situaciones. Hay uno primero y permanente con la pareja y su hijo asesinado; otro confrontado que forman la protagonista y los dos amigos con los que establece un trío sexual; varios intermedios, como los de la protagonista con sus padres, la pareja con el policía, la protagonista y sus dos compañeras de oficina, o el de una de ellas con los dos amigos que volverán a formar trío con Patricia, la madre del niño. Esta estrategia triangular presta a la narración un interés notable. Y el trasfondo erótico que mueve toda la trama se cierne como una cuestión pendiente y no resuelta a lo largo de la historia. El narrador se limita a exponer posturas sin tomar partido, pero dejando entrever una dura crítica sobre la deriva que han tomado hoy ciertas formulaciones eróticas, asumidas permisivamente por la sociedad. Hay una temática de trasfondo, un análisis permanente de los enfoques del amor, de su aparición, su manifestación, su desarrollo y su expresión en los diversos modos operativos: enamoramiento, impulso sexual ciego, fantasías, transgresión moral, control social, depravación, abuso… La obsesión patológica del padre, Fernando, buscando tardíamente un culpable del crimen, está muy bien trazada desde la tiranía de la memoria. No hay conclusiones ni juicios, pero el autor encamina al lector a efectuar sus propias deducciones, tanto en los planteamientos teóricos como en los resultados prácticos. Un gran acierto. Así, el final de la historia está sugerido, no definido. Manzano cuida en extremo la sintaxis y el lenguaje, cosa de agradecer en un tiempo en el que predominan los desarrollos planos que no complican al lector medio, víctima del mercantilismo literario que padecemos. El estilo está muy cuidado, es incisivo y deja la sensación de haber tenido entre las manos una novela breve, pero de una intensidad inusitada, que provoca una enorme satisfacción literaria. Francisco Javier Aguirre |
Crimen y pasiones por Leopoldo de Trazegnies Granda Domingo, 8 de mayo de 2011 En una cuidada edición con ilustraciones en color, Carlos Manzano nos presenta su última novela, Lo que fue de nosotros. Se trata de una novela corta, podríamos decir concentrada, una nouvelle al estilo francés, sobre un tema policial de actualidad como es el asesinato de un niño. Protagonizan la novela los padres del niño asesinado, la pareja formada por Fernando y Patricia, y está narrada en primera persona, por tanto es dual porque cada uno nos confiesa su forma de afrontar tan terrible situación, a la que se añade la del policía encargado de investigar el caso. Mientras Fernando rebuscará en su memoria cualquier episodio de su pasado que lo lleve a descubrir la identidad del asesino, Patricia emprenderá una huída hacia adelante cambiando su vida de honesta madre para experimentar todos los placeres reprimidos hasta entonces. Él analizará sus relaciones amistosas, sentimentales o sexuales anteriores tratando de encontrar un motivo de venganza u odio demencial contra su persona para causarle tanto mal. Ella se entregará a experiencias sexuales promiscuas como una válvula de escape del drama que no quiere asumir, sin dejar de preguntarse "por qué a veces nos sienta tan bien dejarnos caer por precipicios a los que nunca antes nos habíamos asomado, romper las viejas cadenas y abrirnos a lo desconocido sin tener la menor idea del mundo que nos espera". El argumento así planteado da pie a Manzano para mostrarnos con sutileza los recovecos de la condición humana. Disecciona en profundidad un tema tan delicado como son los pensamientos de dos personas heridas íntimamente por la peor de las pérdidas. En este sentido es una falsa novela negra, porque aunque mantenga el suspense sobre el asesino, no nos está contando una historia de género policíaco sino la reacción de unos padres ante la violencia ejercida por un desconocido sobre su hijo. ¿Acaso no es esto lo que caracteriza a las buenas novelas que utilizan cualquier episodio, aunque sea el asesinato, para mostrarnos los sentimientos más profundos como son el amor, el odio o la venganza? En este aspecto, Manzano está en la línea de Roberto Bolaño, Francisco Glez. Ledesma o Lorenzo Silva. En el relato policíaco de Carlos Manzano no hay sitio para la descripción de escenarios, le interesan más los escenarios interiores de sus personajes. Prefiere hacerlos reflexionar sobre la terrible tragedia que viven y la forma de superarla antes que situarlos en un espacio concreto. El policía constituirá el tercer elemento de la historia que también en primera persona nos expondrá sus sorprendentes deseos y fantasías en medio de las pasiones de los padres. A pesar de que la acción transcurre fundamentalmente en el interior de los protagonistas, se apoya en esta sociedad actual que ha devenido socialmente tecnológica, mostrando el lado perverso del entramado de las formas de comunicación actuales. Las pasiones del ser humano ocupan espacio en los medios de tecnología punta y el mundo virtual puede interferir en nuestra vida íntima real inesperadamente. El fenómeno Google, Facebook o You Tube han cobrado un papel importante en nuestras relaciones. En el mundo virtual que vivimos nuestra imagen se desdobla pudiendo provocar consecuencias imprevisibles. Carlos Manzano maneja con destreza estas circunstancias para crear suspense y cerrar su interesante relato con coherencia. Leopoldo de Trazegnies Granda |
“Lo que fue de nosotros”, de Carlos Manzano, una reseña de Gilmar Simöes Jueves, 19 de mayo de 2011 Construida como una sonata, la novela Lo que fue de nosotros parte de una situación absurda; ¿quién puede decir lo contrario del asesinato de un niño de tres años? Solo en el teatro del absurdo humano se puede contemplar esa escenificación escatológica por parte de los personajes tras la muerte de un hijo de forma tan trágica. Es a través de una trama psicológica como Carlos Manzano demuestra el "no-sentido” de la vida, la incapacidad para encontrar respuestas, incluyendo el viejo policía que intenta aprovecharse del tema para conseguir una jubilación con broche de oro. Desarrollada desde dos puntos de vista distintos, pero que a la larga se encuentran y se cruzan, nos muestra de forma directa, con un lenguaje espontáneo, controlado y envolvente –un ritmo que intriga de forma sencilla y ligera–, de qué materia está hecha nuestra triste condición humana, de la absurda existencia en que nos metemos sin lógica, reflexión o análisis. Algo que ha provocado nuestro estupor nos lleva o puede llevarnos a una situación a la que hemos llegado por venganza o por desidia y que nos puede conducir hasta la locura o la insensatez. Al decir que la novela se lee de un modo ligero, se engañan aquellos que piensan que el corto tiempo significa tiempo abreviado; pues no. La facilidad de lectura no implica necesariamente que sea confortable o que no se necesite esfuerzo para penetrar en el complejo mundo mental de un padre y una madre que han perdido un hijo de manera brutal; cada frase, cada párrafo te llevan hasta rincones de la mente que a muchos nos cuesta entender (otros nunca lo entenderán), la reacción de lo que pasa o puede pasar en la cabeza de las personas, en este caso de los personajes, y Carlos Manzano muestra de forma descarnada los estereotipos de cada uno de ellos: la ansiedad provocada, el universo inexplicable donde se han metido, donde no sirven las mentiras ni los engaños. Las direcciones que cada uno toma a partir de la muerte del hijo son distintas, no solamente porque sus vidas lo son –no debemos olvidar que somos lo que mamamos–, sino también porque están perdidos en su laberinto y parecen no encontrar salida a su dolor. El padre tiene dos puertas: la locura, vigilada por la búsqueda del responsable, o el suicidio, vigilado por el olvido imposible; para la madre, queda regresar a la madriguera, un sacrificio que no le causa ningún temor, o saltar a la arena, dejar que el instinto sea el motor de sus deseos. Pero a la larga no deja de ser la venganza, cada uno a su manera, lo que mediatiza sus reacciones. La sensación que produce es que los personajes caen en el precipicio sin control; a cada paso que dan, sus pensamientos fluyen en la inseguridad y en la duda. Fernando, en principio, busca desesperadamente el culpable; su mujer, debido a su falta de sensibilidad al no sentir la muerte del hijo, es el primer blanco. Se ahoga en lágrimas que le alteran su agudeza; la furia con que reacciona, su debilidad psíquica, lo llevan al manicomio. Después entra en una frenética búsqueda del responsable, bajo un sentimiento de culpa, cargado de resentimientos y desde su ingenuidad, entre las personas a las que cree que ha hecho daño, atrapado en una locura que es más que rabia, es odio hacia la vida aburrida que llevaba en el matrimonio. El amor, como todo, se acaba; lo que queda es la costumbre que solo el hijo mantuvo a flote, y con su muerte se hunde en sus propias inseguridades, atormentado por su incapacidad de encontrar la salida. Patricia, acomodada dentro de su coraza, no es hasta la muerte del niño cuando se da cuenta de que vivía recluida en una prisión matrimonial; su salto, en oposición a Fernando, se produce de forma totalmente diferente. Es una huida hacia delante, desesperada en su sangre fría, intentando esconder sus debilidades de niña mimada e insegura, disfrazada de ruptura. ¿Qué busca? Ni ella misma lo sabe; vive intentando dar otro salto, no sabe hacía dónde, quizá hacia atrás, al vacío, como si renegar de la vida anterior fuera el camino directo al encuentro con la “respuesta”. El regreso a casa de los padres, más que un apoyo material o psicólogico, es un refugio donde oculta sus miedos y angustias. Carlos Manzano utiliza la muerte de un ser indefenso como excusa para hablar de nuestras miserias. Hurgar en nuestros pensamientos más primitivos que perturban al común de los mortales y que cuesta asumir como propios, en las nuevas relaciones que la sociedad actual, interferidas por las nuevas tecnologías, nos facilita, aunque no supere los viejos rencores ni las envidias, no es una tarea fácil. No deja de ser destacable que sea de las nuevas tecnologías de donde surge el camino a la respuesta a la búsqueda del padre. ¿Un hecho del azar? Quizá. Pero aclara más que los años de investigación del policía, quien investiga movido por el celo (muchos pensarán que es por el amor), por el fracaso de sus relaciones en su entrono familiar, intentando justificar conjeturas y hipótesis fallidas. El Scherzo es Internet, que Carlos Manzano utiliza como un guiño para demostrar la estupidez de quienes lo manejan para sus incapacidades o atrocidades. Aquí está la tentación y el rechazo que puede producir un espacio que se vende como democrático. Y la coda: en la red no hay escondrijo posible; quizá sí mentiras creíbles. Gilmar Simöes |
HERALDO DE ARAGÓN Suplemento Artes & Letras jueves, 19 de mayo de 2011 ARAGÓN CARLOS MANZANO PUBLICA UNA NOVELA SOBRE LA DISOLUCIÓN DE UNA PAREJA
La dolorosa historia del crimen Esta obra abre la colección ‘Fuera de serie’ de la editorial Nuevos Rumbos (nacida en 2010); colección dedicada a “autores vivos que ya han acumulado una trayectoria relevante”. Esperemos que estas nuevas direcciones nos regalen muchas obras interesantes. ¿Qué ocurre cuando sucede lo inesperado, cuando lo terrible nos sacude sin remisión? ¿Qué ocurre en un matrimonio, por ejemplo, cuando se pierde a un hijo de forma violenta? El caso es que un niño de tres años ha muerto asesinado sin razón aparente. Cuando una vida acaba de forma inesperada y absurda, también algo acaba para los seres cercanos –notablemente los padres– que quedan buscando una explicación para un hecho que no la tiene, algo que hemos visto muchas veces ya en la televisión. Lo que en un principio pudiera parecer una obra detectivesca que planteara la resolución de un crimen, se convierte en una interesante propuesta que pretende analizar psicológicamente los diversos modos de actuar de los personajes ante el dolor. Por un lado, el padre, Fernando, que ha quedado trastornado por la muerte de su hijo. Por otro. Patricia, la madre, que intenta rehacer su vida tras separarse de su marido. Finalmente, un inspector rijoso a punto de jubilarse cuya única preocupación parece ser el cinismo y la incomprensión del mundo que lo rodea, elemento que observamos de forma metaliteraria, a través de los comentarios que realiza sobre la novela que ha escrito su hija. Quizá la figura más interesante sea la del padre, que intenta encontrar una explicación y para ello, regresa una y otra vez a esas presencias que un día fueron importantes en el pasado y que, sin saber muy bien por qué, vamos apartando de nuestro camino, quizá no siempre con razón o con elegancia. En esa vuelta al pasado en busca de un sospechoso, va descubriendo el dolor que ha generado en antiguos amigos, amantes, novias… encontrando de esta manera el dolor ajeno. Mientras tanto, la historia corre por sí misma porque lo de menos es la resolución del caso y lo más importante, el análisis psicológico del dolor propio y ajeno. Lo vemos de forma exquisita a través de las diferentes voces y perspectivas que nos presenta el autor, elementos muy útiles para vivir lo ocurrido desde diversos ángulos. Así pues, la búsqueda interior de los personajes, interrogándose constantemente sobre el presente y el pasado, acaba relacionando todos los elementos de la obra. Y es que este libro, con esa historia íntima de los personajes se relacionará seguro –esa capacidad de extrañamiento, de hacernos vibrar con la lectura está presente– con numerosas experiencias que a cualquier lector le resultarán, quizás verosímiles, quizás extrañamente cercanas, tanto que pueden producir. Pablo Lorente |
aragónliterario Literatura en Aragón jueves, 16 de junio de 2011 FECUNDA MUERTE Fue como vivir dos vidas después de la muerte. Vivir de un solo golpe una pesadilla: el asesinato de un hijo. Y a partir de ese punto ver cómo el destino en común se bifurca, se parte en dos caminos opuestos e irreconciliables; dos formas de seguir viviendo. Un camino que se hace furtivo, oscuro y tortuoso; y el otro que se hace ruptura, comienzo, horizonte nuevo. Volverse loco buscando una explicación, una respuesta; o decidir ser otra persona, olvidar y volver a nacer. Vivir sin saber quién ni por qué lo asesinó. No tener un culpable para poder descargar en él todo el dolor y así librarse de su peso demoledor. Y llegados a ese punto sin retorno encontrarnos con que hay dos maneras antagónicas de avanzar: una mirando atrás y otra mirando hacia delante. Una rebuscando las respuestas en el pasado, otra encontrándolas fuera. Una perdida la razón y el sentido de la vida obsesionado por la muerte, la otra olvidando el pasado irremediable y decidiendo vivir el presente y el futuro alegrándose de estar vivo. Carlos Manzano ha escrito una novela psicológica, una novela de monólogos, de introspección. Una novela que nos muestra dos vidas rotas en mil pedazos de un solo golpe. Dos vidas descubriendo quienes eran antes de la tragedia, qué quedo de ellos después. Que la muerte del hijo les mostrará la mentira, el engaño en el que vivían. Derrumbará lo que antes creían perfecto, revelará la contradicción; su verdadero carácter, su fortaleza o debilidad. Que les obligará a mirar dentro y fuera de ellos mismos. De todo lo que la muerte deja al descubierto, desentierra. Su pasado y sus miserias, el presente imperfecto, el futuro previsible. Un vacío existencial. Un lugar al que no querer volver jamás. Romperse el vínculo que los unía y descubrir a dos personas mezquinas, hipócritas y egoístas. Descubrir que antes de que el hijo muriera era todo de cartón piedra, que todo se sostenía sobre la costumbre y el artificio. Carlos ha escrito una novela reflexiva y ese es su mayor mérito, pero narrativamente me quedó una sensación extraña. Fue como si estuviera viendo una película y sin venir a cuento me quedara dormido. Y entonces tuviera un extraño sueño con la protagonista. Una digresión, un paréntesis en el que la viera detrás de un falso espejo y la descubriera extremadamente bella; primero culpable, inocente después; y capaz de provocar un delirio perverso y enajenante. Y despertar del sueño y quedar diez minutos para el final de la película. Entonces esa desconexión me dejó una sensación de incomodidad, de un hilo roto y empalmado, y tuve que volver al principio a toda prisa, volver a ese punto sin retorno en donde el destino común se bifurcaba en dos caminos opuestos. Un niño muere asesinado y lo fácil hubiera sido encontrar al culpable. Escribir una correcta y trepidante novela de investigación, pero no era eso lo que había hecho Carlos. Porque Carlos nos muestra la muerte como un hecho consumado. Un hecho resuelto en tres líneas y una presencia permanente. A Carlos lo que le importa son las consecuencias que la muerte provoca. El reactivo, el ácido, el óxido que corroe el metal y destruye la cordura. Lo que engendra: la locura, los reproches, el odio, la ruptura con el pasado, la nueva vida que nace de la muerte. Lo que era antes, lo que quedó después. Y al final todo estalla. Como una botella de vidrio. Y se consuma bajo el filo roto de sus aristas. Carlos Manzano. “Lo que fue de nosotros”. Ilustraciones de Palmira Morán. Ediciones Nuevos Rumbos. Zaragoza, 2011 © Luis Borras |
CIERTA DISTANCIALunes, 20 de junio de 2011 Carlos Manzano es uno de esos escritores que realiza su labor discreta pero incansablemente, un narrador nato con una prosa estilísticamente muy cuidada. Tiene dotes más que suficientes para que su nombre aparezca siempre que se hable de autores que han de tenerse en cuenta. Gente con mucho menos mérito y menos capacidad anda por ahí haciendo mucho ruido. Y es que a veces la literatura se mueve al ritmo de esos ruidos, de lo que uno sea capaz de gritar. Es muy difícil que un libro, por sí solo, por bueno que sea, se abra camino. Es necesario un golpe de suerte muy grande. Y es una pena. Hay que destacar este tipo de obras y este tipo de escritores. Y no sólo cuando al autor le acompañe una circunstancia personal que pueda resultar cuanto menos “curiosa”, como un trabajo en una fábrica o conduciendo un autobús, por decir algo, sino cuando realmente el libro tenga méritos suficientes para ser recomendado sin dudas ni rubores, con la seguridad de que quien se acerque a ese libro no va a salir defraudado y se va a encontrar con una lectura estimulante. Carlos Manzano nació en 1965, en Zaragoza, es autor de las novelas “Fósforos en manos de unos niños”, “Vivir para nada” y “Sombras de lo cotidiano”, publicados todas ellas por la editorial Mira. También es autor de la novela corta “Las fuentes del Nilo”, que resultó finalista del I Premio Letras de Novela Corta en 2003, de “El desierto”, que fue ganadora del I Concurso Literario Villa de Benasque, y de la novela “Lo que fue de nosotros”, editada por ediciones Nuevos Rumbos. Manzano, hombre de gran curiosidad y voracidad literaria es también el coordinador de la revista digital “Narrativas”. Me llevé el libro “Lo que fue de nosotros” en el viaje que hice hace poco a Alicante. La lectura del libro de Carlos Manzano me absorbió de inmediato, en cuanto leí las primeras frases: Hay tragedias que nunca se superan. La muerte de un hijo, por ejemplo. O peor aún: su asesinato cobarde. Un asesinato sin culpables, un crimen nunca aclarado, sin nadie sobre quien verter tu odio, tu rabia, tu resentimiento inagotable. Sé muy bien de lo que hablo: a mi hijo de tres años lo mataron salvajemente porque sí, sin motivo alguno, por el simple placer de matar. Un principio así te corta la respiración y te obliga a cambiar de postura en el asiento (al menos eso me ocurrió a mí) y seguir leyendo. La primera parte alterna las voces de los padres del niño asesinado, que se han separado y han decidido afrontar la desgracia desde posiciones muy diferentes. El padre, obsesivo, ha tenido incluso que pasar una temporada en un psiquiátrico. La madre, por su parte, se rebela contra la vida ordenada que ha llevado siempre y se lanza a una experiencia sexual que no parece tener un rumbo definido. La segunda parte de la historia está narrada por el policía encargado del caso, cercano a la jubilación y obsesionado no sólo con el asesinato sino también por la madre del niño. Y, por último, la tercera parte recupera las voces del padre y la madre para cerrar la trágica historia. Un libro breve, de apenas un centenar de páginas, que nos habla de cómo sobrevivir a una tragedia, del rumbo que damos a nuestras vidas, de las recónditas razones que a veces guían nuestros actos. Una novela que se lee de tirón. Su libro anterior, “Sombras de lo cotidiano”, tiene como protagonista a un escritor cuyas obras son rechazadas por falta de vigor y vacío argumental, lo cual le mueve a buscar un tema real sobre el que escribir: el crimen de una familia en Valladolid que fue llevado a cabo, al parecer, por la joven asistenta del hogar, aunque sin que se sepan los motivos que la empujaron a tal atrocidad. Así que el escritor pide vacaciones en su trabajo y se desplaza a Valladolid, dispuesto a indagar en esa historia. La primera noche que pasa en esa ciudad conoce a una perturbadora mujer con la que vive una impetuosa relación. A partir de este momento, la trama, disfrazada de novela negra, indaga en el interior de su personaje y en las cuestiones que rigen nuestra existencia y nuestro destino. Como dice el protagonista de este libro: Lo importante es el hecho mismo de escribir, es lo que te ayuda a reconciliarte contigo mismo. © Miguel Sanfeliu |
Lo que fue de nosotros, de Carlos Manzano, por José Luis Muñoz
Es Carlos Manzano (Zaragoza, 1965) un apasionado de la literatura en su faceta de creador (las novelas Fósforos en manos de unos niños, Vivir para nada y Sombras de lo cotidiano) como de estudioso (desde hace años dirige la revista Narrativas dedicada al estudio y a la creación literaria), y esto lo advierte el lector en cada una de las páginas de Lo que fue de nosotros, una pieza literaria que no por breve es menos intensa, una narración envolvente y adictiva que deja en suspenso al lector y lo arrastra por sus páginas sin soltarlo un momento. La pérdida de un hijo es un trauma que pocos padres soportan. Más si, como en el caso de la novela de Manzano, el niño es de corta edad y ha sido brutalmente asesinado. La pareja protagonista se rompe porque se cruzan mutuos reproches y buscan culpables, hasta en ellos mismos. Mientras el padre literalmente enloquece, la madre busca refugio en el sexo extremo para ahogar su dolor. En medio un investigador, un viejo policía a un paso de la jubilación, que no puede ocultar la pasión que experimenta hacia la mujer desconsolada.
Puede que la mayor virtud de la novela de Carlos Manzano, exquisitamente bien escrita y en la que los personajes están dibujados a conciencia, sea su estructura narrativa impecable que la hace pivotar sobre el terceto protagonista. Es Lo que fue de nosotros una novela de tres voces, que se expresan en primera persona, y cada una de ellas se entrecruza para darnos la versión, siempre subjetiva, de los hechos. Es a través de esos tres puntos de vista, trazados con maestría, como el lector va configurando una realidad que es brumosa y turbia y va modelando unos personajes que son lo que ellos mismos quieren, o dicen ser, pero también el reflejo que tienen en los demás. Podríamos hablar de un thriller psicológico, de una novela negra, pero es mucho más Lo que fue de nosotros. Es un canto desesperado al dolor humano, a la locura que se desata cuando, contra las leyes de la naturaleza, un hijo emprende viaje mucho antes que sus padres y estos buscan culpables a toda costa para ahogar el insoportable dolor que los embarga. © José Luis Muñoz |
Reseña de Lo que fue de nosotros, de Carlos Manzano La vida es así, impredecible. De repente, el hecho más brutal e inhumano se cruza en nuestro camino y todo tu universo se cae en un agujero sin fondo. Todas las preguntas apelmazadas te son devueltas sin respuesta como si la vida te hubiera abandonado en la cuneta. Eso es exactamente lo que les ocurre a Fernando y Patricia, los protagonistas de la nueva novela de Carlos Manzano, Lo que fue de nosotros. El descarnado asesinato de su hijo de tres años sesga sus vidas y los conduce hacia polos opuestos, como si de repente, el imán que los había unido se hubiese vuelto loco. Rotos los lazos endebles que los unían, ambos reinician sus vidas por separado. Sus pensamientos, sus recuerdos, los actos inconexos de la nueva realidad se pasean ante nuestros ojos, gracias a sus monólogos inconexos, que maximizan su desconexión con la realidad. Mientras Fernando no puede soportar el dolor y tras su internamiento en un psiquiátrico, reabre la brecha de los recuerdos, en una búsqueda agónica de todas aquellas personas que pudieran habérsela jugado; Patricia intenta huir a pasos agigantados de la realidad. La vuelta al hogar de sus padres le provoca el extraño deseo de romper con todos los tabúes comedidos que ha sido su vida; sin un propósito premeditado se lanza al desenfreno. Es su aparente frialdad ante lo vivido lo que obceca a Fernando, mientras el inspector del caso –un nuevo engranaje en el curso de los acontecimientos– siente una fascinación enfermiza por esa mujer, capaz de darle un giro de ciento ochenta grados a su vida sin mirar atrás. Los tres nos muestran las lacras de una sociedad que rinde pleitesía a las redes sociales, mientras se hunde en una realidad velada, hipócrita y llena de guiños imperceptibles al lector que asiste a este universo caótico con los ojos muy abiertos. El lenguaje se pliega ante sus obsesiones, abriendo un abanico de posibilidades que se pasean ante nosotros para mostrarnos hasta qué punto los seres humanos caminamos a la deriva con torpeza, en una vida huidiza que se rebela fuera de nosotros, sin que sepamos a dónde nos dirige. Nuevamente Manzano nos muestra magistralmente la psicología de unos personajes complejos y perfectamente delimitados mediante una prosa directa y sin concesiones. No existen respuestas ni falsas expectativas. El autor nos recuerda que lo que hemos vivido, por muy terrible que sea, no nos garantiza un futuro mejor. El futuro siempre es incierto, como nuestros propios actos: desmedido, impredecible, caótico, como las obsesiones a las que nos gustaría ponerles una ganzúa, para tenerlas bien atadas, mientras pedaleamos furiosos hacia ese destino escurridizo que nunca fue escrito. Mari Carmen Moreno Mozo |
Blog de ELENA CASEROLO QUE FUE DE NOSOTROS - Carlos ManzanoLa muerte de un niño pequeño –César– de manera violenta es el arranque de esta novela. Su muerte y lo que ella ocasiona en sus padres, en el más estricto sentido psíquico. La novela nos lleva a través de las reacciones que la muerte del niño y la falta de culpables suscita en los padres –Patricia y Fernando– y en un tercer personaje: un comisario a punto de la jubilación, embobado de los encantos de Patricia, a quien hace seguir, convencido de su culpabilidad. Un personaje decrépito y triste intentando quemar los últimos cartuchos como policía y como hombre. Patricia, la madre, decide aceptar la tragedia como inevitable y, poco a poco, comienza a rehacer su vida lejos de Fernando, de quien acaba separándose. Algo también inevitable ya que el matrimonio, como tantos, se había convertido más en una rutina que en una convivencia deseable. Su vida se va abriendo a nuevos horizontes hasta descubrirse ella misma a través del sexo. Por el contrario, Fernando, se encerrará en sí mismo, incapaz de asumir la realidad, lo que le conducirá hasta un psiquiátrico. La obsesión por la muerte de César le va conduciendo a la necesidad de buscar un culpable. Se obliga a rebuscar en su mente personas cercanas y no tanto que hayan podido odiarle tanto como para matar a su hijo. El círculo se va cerrando lentamente hasta llegar a Patricia. Carlos Manzano ha sabido describir con precisión los sentimientos de ambos personajes, cuyos relatos se van alternando en capítulos, provocando en el lector tanto la sensación de angustia y obsesión de Fernando, como la recién encontrada libertad de la madre que, aunque pueda parecer, según su ex marido, una mujer fría, calculadora, insensible y brutal, no es sino la reacción lógica de alguien que sabe que tiene que seguir viviendo, alguien que nunca va a recuperar a su hijo, alguien que quiere salvar su propia vida. En resumen, una buena novela corta que se hace demasiado corta. Elena Casero |
“Hay tragedias que nunca se superan. La muerte de un hijo, por
ejemplo. O peor aún: su asesinato cobarde”, es la primera línea de
la novela Lo que fue de nosotros escrita por Carlos Manzano. Primera
línea que me dolió y provocó que no dejara de leer la historia. Y es
que, cuando leí el libro, estaba yo pasando por un momento duro,
pero finalmente milagroso. Mi hija estuvo a punto de morir en un
accidente y, a través de la lectura, pude sentir el dolor intenso y
que conforme avanzaba en la historia, se transformó en un eco de
reflexiones. Graciela Barrera |
Sábado, 17 de noviembre de 2012 Aire de un crimen
En ocasiones, la tragedia golpea brutalmente a unas personas que,
ante la imposibilidad de buscar una salida, se hunden en el más
terrible sentimiento de culpabilidad y por extensión soportan una
ansiedad que se traduce pronto en resentimiento. Los libros, las
narraciones que sacuden nuestras conciencias, como esa brújula de lo
desconocido, dejan una escrupulosa e hipócrita huella que puede
convertirse en una auténtica enfermedad. Carlos Manzano (Zaragoza,
1965) ha publicado Lo que fue de nosotros, una novela breve
por su extensión, aunque no tanto por la dimensión humana que
conlleva su lectura. Un pequeño incidente motiva y justifica el
resto del relato, aunque el término "pequeño incidente" quizá solo
sea apropiado para tejer el hilo argumental de la narración: un niño
de tres años es salvajemente asesinado de un golpe en la cabeza sin
un motivo aparente que justifique dicha acción, y un matrimonio
convencional, Patricia y Fernando, con una existencia igual de
tópica, se verán arrastrados a iniciar un camino distinto en el
futuro. Pedro M. Domene |
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