ARAGÓNLITERARIO
Grotesco
y humano
No
es lo mismo hablar de un libro cuando conocemos a su
autor que cuando no sabemos nada de él. En ese
sentido la ignorancia creo que es la situación ideal
que debería –por honradez– darse siempre. Si no le
conocemos de nada podemos centrarnos en lo escrito
sin interferencias ni deudas de ninguna clase que
distorsionen nuestra opinión.
Por
lo poco que yo sé y conozco de él, Carlos Manzano es
–y se declara– tímido. Y sin embargo leyendo estos
relatos podríamos imaginarnos a otra persona
completamente distinta: un tipo descarado;
extremadamente desvergonzado, desinhibido y sin
pelos en la lengua; un tipo insolente y pendenciero,
malhablado y trasnochador que bebe whisky con
cerveza y recita poemas de Bukowski en bares y
garitos de mala fama. Y podríamos perfectamente
crearnos esa imagen de él por alguno de los relatos
de este libro. En el que le da título: “Estrategias
de supervivencia”, practica un exhibicionismo
canalla y procaz. En “El regreso de la hija pródiga”
un realismo sucio, sórdido y brutal. En “Padre
enamorado que mira a su hija” se atreve con un tema
tabú. En “La ley del más fuerte” habla de la
violencia, las drogas y el sexo. En “Orgullo y
justicia” convierte a un hombre corriente en un
perturbado asesino. Y en “Una historia del Japón” el
protagonista es un perverso atraído por el sadismo.
Sí,
podríamos crearnos de él esa imagen; pero yo, que
conozco a Manzano, puedo asegurar que es todo lo
contrario: una persona tranquila, equilibrada,
educada y normal que no pasa de la tercera –o como
mucho cuarta– cerveza, y, que –yo sepa– no
trasnocha, no debe dinero a su psiquiatra, no tiene
antecedentes penales ni lleva una doble vida.
Pero tal vez la literatura se trate precisamente de
eso. De que nos permite ser lo que no somos,
convertirnos en otro, en el que seguramente no
seamos nunca; hacer lo que nos gustaría y no nos
atrevemos. Al lector y al escritor. Vivir una
ficción como si fuera real, hacer ese viaje, mirar
por el ojo de una cerradura; inventar lo que
queramos, transformarnos, travestirnos, hacernos
colegas de un camello, testigos de una vileza,
voyeur en una habitación de hotel, descubrir los
secretos de alguien, decir lo que realmente
pensamos, cruzar las líneas rojas. Cuando nuestra
vida es ordenada, previsible y monótona sentimos
atracción por lo contrario: por el desorden, por el
lado salvaje.
Porque a quién no le gustaría tener una historia
turbia que contar de su adolescencia; convertirse
por un momento en un justiciero y vivir un día de
furia; quien no se ha sentido tentado alguna vez por
el morbo; decir la verdad en lugar de una mentira
piadosa; caer en el otro lado de nuestra
bipolaridad, ceder en esa lucha entre lo correcto y
lo incorrecto en la que muchas veces nos debatimos.
La literatura, si somos cobardes o simplemente
sensatos, nos permite todo eso. Como lectores y como
escritores.
En
esos relatos de Manzano hay algo más que realismo
sucio y un lenguaje crudo. “La ley del más fuerte”
es una versión –no importa si anterior o posterior–
de aquellos quinquis de “Las leyes de la frontera”
de Javier Cercas, pero también una historia de miedo
y enamoramiento, de humillación, venganza y astucia
frente a la fuerza. Pero “Orgullo y justicia” acaba
convirtiéndose en un exceso que le hace perder la
credibilidad. “Padre enamorado que mira a su hija”
puede interpretarse como que su intención es
plantear un debate moral y ético, cruel en el
sentido que plantea José Ovejero; pero a mí me
parece inadmisible, un trastorno mental que requiere
tratamiento psiquiátrico urgente. “Una historia del
Japón” además del sadomasoquismo –tan de moda– y el
vicio o perversión de un hombre gris y respetable
nos presenta al fotógrafo Nobuyoshi Araki y nos hace
descubrir su obra. “El regreso de la hija pródiga”
aunque es una historia vomitiva, una vileza
inconcebible, me resulta atractivo por su sórdida
puesta en escena, sus demoledores diálogos; su
aliento corrupto. Y en “Estrategias de
supervivencia” el exhibicionismo provoca la
carcajada por la situación y su descaro, pero al
mismo tiempo plantea un interesante debate sobre el
comportamiento humano; una paradoja que mezcla lo
vulgar, el sexo, lo intelectual, la hipocresía, la
timidez y una pregunta con muy mala leche.
Pero al contrario de lo que pueda parecer
Estrategias de supervivencia no es una colección
monotemática de perversiones, pesadillas,
extravagancias y monstruos. Hay más; lo que pasa es
que esos, por el morbo y la provocación, seguramente
serán los que llamen más la atención del lector
igual que hacen subir los índices de audiencia en la
televisión. Y aunque alguno de esos relatos estén
entre los mejores del libro, hay otros que, sin
provocar o provocando menos, resultan buenos y
alguno de ellos excelentes. Los hay incluso más
cerca del ensayo que de la narración como “El
vertiginoso declive del cinematógrafo” en el que
encontré múltiples coincidencias con sus reflexiones
y una frase para subrayar que aunque habla de cine
podría aplicarse a la literatura: “…sustituimos la
cultura del pensamiento y la creatividad por la
sociedad del entretenimiento y la diversión
efímera”. Y entre los –para mí– buenos están “No era
mal tipo”, un relato breve que es una original
necrológica que dice mucho en muy poco de cualquiera
de nosotros: tipos vulgares con nuestros defectos y
virtudes; “Sadismo insoportable” inteligente y
original perspectiva y de lenguaje preciosista y
lírico; mismas virtudes por las que también destacan
“Acuciante necesidad de silencio” e “Insolente
simetría”. Pero los dos relatos que –creo– valen por
todo el libro son “La fotografía” y “Lento atardecer
sobre Venecia”; aunque debo reconocer que su
elección tiene mucho que ver con los temas que a mí
me gustan: la desolación y su encarnación; la
insatisfacción y sus preguntas sin respuesta, el
tomar conciencia de nuestro ser y no ser.
De
Carlos Manzano además de esta variedad –aunque
inicialmente pueda parecer lo contrario– temática,
me gustaría destacar su precisión lingüística.
Precisión que creo proviene de su carácter minucioso
y metódico para narrar; en su ambición por buscar en
cada momento y utilizar las palabras adecuadas que
expliquen perfectamente lo que quiere decir y
transmitir; la palabra como molde con el que se
fabrica o da forma, ajusta y encaja sin holgura.
Lenguaje que resulta adecuado y preciso incluso
cuando resulta soez y grosero sin eufemismos ni
ambigüedad porque, nos guste o no, esa es la forma
–y otra resultaría un ridículo artificio– en la que
se expresan habitualmente muchos. Precisión que nos
entrega la variedad y riqueza de un lenguaje del que
cada día nos vamos desprendiendo a cambio de
volvernos más pobres, abreviados y tecnológicos.
Luis Borrás
http://aragonliterario.com
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ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA
Siempre he sido partidario del volumen de cuentos
concebido como un bloque. No de la sucesión de
relatos variopintos, de temática diversa,
tratamiento distinto, especie de catálogo comprimido
o breve muestra de lo que es capaz un autor. Prefiero, porque
sinceramente creo que tienen mayor validez, las
colecciones de cuentos que parten con el objetivo de
abordar un asunto desde varios ángulos, que se
adhieren a un tema central –o una obsesión, por qué
no– y aun a riesgo seguro de que el autor no muestre
todas sus habilidades técnicas, buscan sinceramente
tratarle desde todas las perspectivas que son
capaces de imaginar y dar de él la visión más
poliédrica posible. Es el caso de «Estrategias de
supervivencia», de Carlos Manzano (Zaragoza, 1965).
Autor de una dilatada trayectoria como novelista, en
este su primer libro de relatos el tema central,
como bien indica el título, es la supervivencia, en
sus muy varias modalidades; el afán instintivo de
pasar al día siguiente, aun no sabiendo muy bien
para qué, aunque —como los protagonistas de algunos
cuentos— nos hallemos en el escalón más bajo de la
derrota, pero seguir hacia adelante a veces con
rabia y obligados a atropellar cuanto se pone
enfrente. «La ley del más fuerte», se llama,
significativamente, el (magnífico, estremecedor)
cuento que abre el libro, y de eso se trata: de
imponerse a costa de lo que sea, de la tradicional
idea de amistad, por ejemplo; es sencillamente la
eterna lucha darwiniana por la vida, que parece
premiar al final con la exigua recompensa de seguir
vivo a quien, en la pelea, se libra de sus
prejuicios. A quien llega a desprenderse hasta del
último rastro de humanidad, como en el «El regreso
de la hija pródiga», uno de los cuentos más
tremendos que uno ha leído en su vida, con un
panorama que no es otro que, al fin, la total
abyección.
Contra este telón de la supervivencia —cruel pero
omnipresente a poco que miremos en torno— se arman
los diecisiete cuentos que componen este libro. La
extensión en ellos es variable, desde el que apenas
llega al folio al que ocupa varias páginas, y los
grados de intensidad en la pelea también son
distintos, así como los enemigos. En ocasiones son
nuestros propios deseos, inconfesables de todo
punto, o una melancolía que amenaza con atraparnos,
o un ruido brutal que parece que sólo oímos
nosotros. Pero más por lo común son los de siempre,
los otros, los demás, los que nos cercan con su
incomprensión y su grosería, los que en su ceguera
amenazan con saquear todo aquello que conservábamos
con cuidado. Destaco, en este sentido, el cuento «El
vertiginoso declive del cinematógrafo», tal vez el
menos «novelesco» de todos, por cuanto el autor opta
por diluir el relato en una larga digresión sobre
precisamente eso, la decadencia de las películas,
pero digresión que merece la pena por cuanto se
dicen cosas de —y con— una claridad y una
inteligencia poco habitual últimamente por estos
pagos literarios:
«El gran éxito de la sociedad postindustrial, el
destierro del trabajo físico, la superación del
esfuerzo embrutecedor, nos ha llevado casi sin que
nos diéramos cuenta a rechazar también como impropio
toda clase de esfuerzo, incluyendo, cómo no, el
intelectual, ese viejo proceso de análisis
concienzudo y metódico, el deseo de alcanzar la
verdad a costa de lo que sea, la búsqueda de lo
profundo, de lo excelso, de lo bello,
convirtiéndonos en meros destinatarios de ideas
sencillas y esquemáticas, mensajes frívolos pero
eficaces, conceptos superficiales y disposiciones
subliminales que nos predisponen a abrazar el simple
entretenimiento».
Pudiera parecer que me he apartado del tema de esta
reseña, pero hay una explicación. He considerado
traer aquí este párrafo como la mejor muestra –mucho
más de lo que yo pueda decir– de la profundidad,
serenidad y agudeza del pensamiento del autor, que
se encuentra a lo largo de todo el libro, de la
elegancia de su estilo y de la fluidez de su prosa.
Del conjunto, de la importancia total de este
«Estrategias de supervivencia», me temo que no les
queda otro remedio que fiarse de mí, y yo les
aseguro que el libro está compuesto de relatos
conmovedores, por diversos motivos, que difícilmente
dejarán indiferente a quien los lee.
Miguel Baquero
Literaturas.com
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Domingo,
14 de julio de 2013
ESTRATEGIAS DE
SUPERVIVENCIA
Gracias, Carlos, por sacudirme la pereza, por sacarme del invierno
eterno que se había instalado en los días, por hacerme sentir un
escalofrío recorriéndome la espalda, conteniendo la respiración.
Temerosa como si el filo de una navaja me amenazase; aterrada, no
por seres extraños ni fenómenos sobrenaturales, tan sólo por el
pánico que provoca mirar hacia dentro y descubrir a los monstruos
que habitan en nuestro interior.
Tranquila, me digo, y respiro hondo mientras repito: están afuera,
son los otros —y observo plácidamente a través de la cristalera con
la somnolencia de las primeras horas de la tarde.
A poco que nos fijemos, seguro que podremos distinguir entre los
transeúntes a alguno de los personajes que aparecen en los relatos
de este breve libro.
—Mamá, ¿qué lees? —inquirió mi hija mientras viajábamos en metro,
curiosa ante mi impaciencia lectora—. Qué libro tan cortito, parece
uno de aquellos que yo leía de pequeña.
Y yo sonrío, pensando que los villanos de los cuentos infantiles
darían risa comparados con cualquiera de los villanos de estas
historias, comparados con los tipos que pululan, a veces de manera
impune, por las calles, que comparten tabique con tabique en
nuestras casas, a quienes probablemente saludamos cuando nos
cruzamos en el ascensor... y vuelvo a sentir el miedo.
A poco que nos detengamos a mirar en derredor, leamos el periódico o
veamos los informativos de televisión, desfilarán ante nosotros los
monstruos, el fruto de la vileza y la cobardía. Observar es
sencillo.
Vivo en una zona obrera, castigada por la reconversión industrial, y
me cruzo cada día con tantos otros "Chinas", muchachos embrutecidos
que no pueden, o no saben, o no quieren cambiar el final de la
historia. Observar es fácil. Lo difícil, y ahí aparece el oficio de
escritor, es contarlo. Contar la historia desde dentro, poniéndose
en la piel de la víctima unas veces, del verdugo en otras, aunque,
bien pensado, los papeles se intercambian tan a menudo que no somos
capaces de distinguir quién es quién. Porque cualquier acto puede
justificarse, esa es la estrategia de supervivencia, y eso me
aterroriza.
Porque, ¿quién nos asegura que cada excusa que inventamos, cada una
de las razones que exprimimos para justificar nuestros actos, son
menos viles que las que expresa el asesino de "Orgullo y justicia"?
Y cuantos no hemos mirado hacia otro lado, porque "la cosa no va con
nosotros", aunque no sea en un caso tan extremo como negar el
"auxilio en carretera"? ¿Y hasta dónde seríamos capaces de
llegar, tan imbuidos en nuestros "problemas" como estamos? Porque
bastante tenemos con lo nuestro. Y a ese punto, no podemos negarlo,
seguro que en mayor o menor medida hemos llegado todos, pequeños
monstruos supervivientes.
No quisiera parecer pesimista en exceso, carente de fe en el ser
humano, ni mucho menos derrotista. pero cada cual hace —hacemos— lo
que puede para seguir con su vida, y como bien dice Carlos Manzano
en la contraportada de este pequeño gran libro: vivir es decidir,
pensar, sentir, ser, incluso abandonarse.
Lo que ocurre es que nuestros actos, en muchas ocasiones, resultan
extraños para quienes nos conocen, o creen conocernos. Y nos puede
suceder, como a la protagonista de "Lento atardecer en Venecia", que
un día decidamos vivir de otra manera, siguiendo o intentando seguir
nuestros propios deseos, saltándonos el guión que parecía estar
escrito, aunque no tengamos nada claro el curso que seguirá la
historia..
Miedos, anhelos y deseos ocultos. Confesables o no. Comunes,
recurrentes, insalvables a veces, presentes en nuestras vidas.
Convertidos todos nosotros, por una vez, en protagonistas de un
relato.
Estos días hay un rumor en mi cabeza, una inquietud que me
reconcome: ¿Debería ceder a la tentación de esgrimir ideas y
planteamientos ajenos, de poner en mi boca ciertas opiniones, a
cambio de un beneficio? ¿Acaso no podría hacerlo, aduciendo que esta
es mi estrategia de supervivencia? Sin embargo —y ésta es mi
decisión— enarbolo mi "personal declaración de principios" y utilizo
este mi espacio, y mi tiempo, para escribir sin seguir el dictado de
nadie, aunque a veces tenga la sensación de estar lanzando piedras
contra mi propio tejado o incluso —léase con cierto tono
jocoso—"cavando mi propia tumba".
Una vez más, ¿y qué le voy a hacer?, no he sido capaz de escribir
una reseña al uso, ni mucho menos una crítica —para eso ya están
otros— y espero, estimado Carlos Manzano, que no te importe. Tan
sólo son retazos de mis pensamientos, unos pocos de los que me
provocan siempre cada uno de los libros que leo.
Te diré que, tras la náusea y la inquietud, has conseguido, también,
contagiarme la placidez de la soledad en una mañana de domingo,
paseando por Zaragoza.
Eva García Grau
De
Viajes y Libros |
ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA
- Carlos Manzano
Estrategias de supervivencia es una colección de diecisiete
cuentos de distinta extensión pero concebidos como un bloque: la
supervivencia y sus diferentes maneras de conseguirla.
En la portada del libro, tal como se aprecia, hay una máscara con
una mueca descarnada y la mirada vacía para provocar un aspecto
grotesco. Esto sería el aperitivo de lo que Carlos Manzano ha
preparado para el interior.
A lo largo de estos relatos encontramos lo peor del ser humano. La
parte más negativa, más cruel, más vengativa y más sucia. Una
demostración de lo que podemos ser capaces de hacer en determinadas
ocasiones con la excusa de la propia supervivencia.
“La ley de más fuerte” es una historia de matones, o de matón mejor
dicho, del miedo del débil, del triunfo del cobarde.
“Orgullo y justicia” o como tomarse la justicia por su mano en un
acto de desagravio. Cómo late en nuestro interior la rabia cuando
que nos están humillando, cuando estamos convencidos de que ya nadie
respeta al prójimo y ese prójimo somos nosotros mismos.
“Padre enamorado que mira a su hija” un relato impactante cuyo
título ya da la muestra de lo que nos vamos a encontrar. Hay otro
relato que habla también de las filiales relaciones y pensamientos
oscuros, se trata de “El regreso de la hija pródiga” para mí el más
cruel de todos, con unos diálogos tan realistas que impactan.
Otro relato vuelve a tratar el tema de la mujer, el hombre y los
impulsos primitivos que anidan en el interior. Se trata de “Una
historia del Japón” el hombre gris, tímido y su perversión.
El relato que da nombre al libro “Estrategias de supervivencia” nos
habla del exhibicionismo, de la amistad, de la libertad sexual y nos
provoca una sonrisa por esa mezcla y por la manera que Carlos
Manzano ha elegido para cerrar el relato.
“Auxilio en carretera” nos abre los ojos sobre el tema de la huída
ante un accidente. El hecho de mirar hacia otro lado para evitar que
un imprevisto modifique nuestra existencia.
“Lento atardecer sobre Venecia” o cómo darle un giro inesperado a
nuestra vida sin preguntarnos si quiera por qué. Este relato me ha
parecido excelente. De los que más.
Encontramos también otros relatos más cortos, dos una o dos páginas,
como “La fotografía” relato de un sueño inalcanzable. “No era mal
tipo” una necrológica irónica sobre un hombre cruel.
Los relatos más próximos a la reflexión son "El vertiginoso declive
del cinematógrafo" o como sustituir la cultura del pensamiento por
la sociedad del entretenimiento y lo efímero. Y el llamado "Crónica
de una ciudad solitaria".
Una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido la
sensación de inmersión del autor en los relatos. La manera en que se
ha involucrado en todos ellos. No me ha parecido que tomara
distancia de los hechos que ha narrado. De esa manera creo que ha
conseguido un realismo y una veracidad aun mayor.
Y otra de las grandes características que hay que destacar es el
lenguaje preciso de Carlos Manzano. A pesar de la sordidez de
algunos de los relatos prevalece la riqueza del vocabulario,
consiguiendo relatos excelentes.
Estos relatos sacuden la mente, nos alejan de la preciosidad de los
bien pensantes para mostrarnos al ser humano en toda su amplitud.
Una buena lectura para este verano.
Elena Casero
Veges tú |
El aragonés Carlos Manzano con su libro de relatos
Estrategias de supervivencia hace buena la máxima de
Gracián de Lo bueno, si breve, dos veces bueno,
porque sus 88 páginas, que reúnen relatos brevísimos, microrrelatos
de apenas una página algunos, con otros más largos que nunca superan
las diez, son una dosis de más que buena literatura.
Conocía literariamente a Carlos Manzano a raíz de una excelente
novela anterior, Lo que fue de nosotros (2011), y en
Estrategias de supervivencia, nombre de uno de los relatos que
integran el volumen y da nombre al conjunto, no hace más que
confirmar su extraordinaria valía como escritor.
Si no se escribe para cambiar, o conmocionar, mínimamente al lector,
resulta ocioso el ejercicio literario. Carlos Manzano aplica esa
regla a su literatura y reúne en este volumen un conjunto de relatos
políticamente incorrectos y protagonizados por personajes que nada
tienen de ejemplares. Un adicto a los coches de alta cilindrada que
deniega el auxilio a una víctima de la carretera (Auxilio en
carretera); un japonés que agradece a su prostituta que se vista
como una colegiala (Una historia del Japón); un cliente que
compra los favores sexuales de su hija a la que encuentra por
casualidad tras muchos años de distanciamiento (El regreso de la
hija pródiga); un tipo que convive con una muchacha
exhibicionista y de pubis hirsuto (Estrategias de supervivencia);
una muchacha que tiene un pecho más grande que otro (Insolente
simetría); un cobarde que se venga de su amigo violento cuya
pareja desea (La ley del más fuerte); alguien que se enamora
de una mujer simplemente por su nombre (Brenda); un padre que
no puede evitar enamorarse de su hija (Padre enamorado que mira a
su hija); más la relación personal del autor con su ciudad de
Zaragoza (Crónica de una ciudad solitaria) o las opiniones
del autor sobre el estado actual del cine a través de La meprise
de Jean Luc Godard (El vertiginoso declive del cinematógrafo)
son algunos de las inclasificables piezas cortas, todas
perturbadoras, que integran este libro de relatos que no tiene
desperdicio.
No me molestaba que me apretara las muñecas con el empeño de
un grumete novato ni que me colgara de los pezones pinzas cada
vez más pesadas y rígidas, ni siquiera que anudara a mis
tobillos unas gastadas cuerdas de liza que ya no valían ni para
empaquetar bultos inservibles. Lo verdaderamente insoportable
era que, tras vendarme los ojos y forzar en mi torso un gesto de
absoluto abandono, no saliera de su boca la más tímida
imprecación…
Escritos la mayor parte de ellos en primera persona, a modo de
confesión, entre la ironía y la descarnada crudeza, los originales
relatos que integran Estrategias de supervivencia son
excepcionales piezas literarias magníficamente armadas que entran
como dardos en la garganta al lector y le provocan todo menos
indiferencia. Maravillosa literatura retorcida.
José Luis Muñoz
El destilador cultural |
ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA
por José Antonio Lozano
jueves,
6 de junio de 2013
El 7 de junio, a las 18h30
en el Patio de Capitanía (Pza. de Aragón), acompañaré a Francisco
Javier Aguirre —espero que recuperado de sus problemas vocales, me
consta que las consonantes las lleva muy bien— en la presentación
del último libro de Carlos Manzano, Estrategias de supervivencia.
Se trata de un libro de
relatos, diecisiete si el índice no nos engaña, en el que el autor
nos invita a dar un paseo alrededor de nosotros mismos. No se trata
de una caminata amable y placentera, sino que nos sumerge en el lado
más oscuro del ser humano. Con un estilo directo, seco, crudo,
descarnado —evidentemente la forma se somete al contenido de las
historias—, Carlos nos empuja a un mundo violento, marginal, sexual,
atormentado. El mayoritario uso de la primera persona hace que no
puedas pasar a un lado y no involucrarte con los tipos que recorren
sus páginas, que te agarran de la pechera y te obligan a escuchar lo
que te tienen que contar, lo que te van decir a la cara aunque no
quieras oírlo.
Afortunadamente queda sitio
para la ternura, para la ironía, para las declaraciones de amor a
una ciudad o a una desconocida. Quizá no todo esté perdido y las
miserias no hayan contaminado a todo el organismo. También hay lugar
para la reflexión, una alegoría de la vida y casi el ensayo.
Leí buena parte del libro en
el tren, la otra en el sofá de mi casa. En el AVE todo era más
fácil, la velocidad te servía para huir. A solas en la habitación
fue inevitable intentar responder a las preguntas, no había
escapatoria. El relato que cierra y da título al libro puede ser un
buen resumen del planteamiento que lo atraviesa. Damián y Lidia, la
cara y la cruz. La foto de la portada da miedo y algo de pena, pero
pese a todo tiene más luces que sombras. O eso me gustaría creer.
José
Antonio Lozano
https://www.facebook.com/joseantonio.lozano.1 |